lunes, 22 de abril de 2019

Resucita Notre-Dame. Resucita la cultura.

La tarde del lunes, fue una de las tardes más aciagas para la cultura. La Catedral de Notre-Dame, un monumento del que muchos adjetivos ya se han dicho y del que serían pocos para los que vienen, ardía en llamas. Gracias a Dios, el incendio que afectó a una parte importante de las bóvedas y la techumbre, no alcanzó a más zonas, y ya se está recaudando la cantidad pertinente para iniciar la reconstrucción de las partes dañadas, y la suma ya asciende a 800 millones.
Mis palabras van dedicadas a todos aquellos que han ido a verla y a los que, por desgracia, no hemos ido todavía a visitarla. Esa majestuosidad artística, hecha con la finalidad de consagrarla a la Virgen María, de ahí el Notre-Dame que viene a reseñar una vez más la consagración mariana de este arte, sobrevivió a todas las guerras que asolaron a Europa, también a esa desacralización que sufrió durante la Revolución Francesa, donde fue almacén y establo. Religiosamente, el terreno de la isla de la Cité ha sido de magna importancia desde los celtas, los romanos consagraron allí un templo a Júpiter y desde el siglo XI hasta el 1164, nos encontramos con una Iglesia románica, que posteriormente daría paso a esta gran obra arquitectónica.
Aquí se llegó a coronar Enrique VI, rey de Inglaterra, en 1429, para demostrar su poderío contra los franceses, aquellos que gracias a la inestimable colaboración de la Hermandad de las Marismas le darían la vuelta a la tortilla en años posteriores a ese enfrentamiento, y posteriormente, Napoleón demostraría al mundo su grandeza imperial, coronándose él mismo ante la atónita mirada de Pío VII, que rebajaría la categoría de la Catedral de Notre-Dame a basílica menor. Por aquí han desfilado obras de arte, emperadores demostrando su poderío y grandeza, organistas como Louis Vienne que "nacieron" y murieron aquí. Decir que Notre-Dame derrocha historia es una perogrullada, pero nunca está de más decirlo, y su quema, más allá de las ideologías o pensamientos de cada uno, es un desastre, algo que no se puede consentir. 
No es necesario tener sensibilidad artística, para la que no es menester el ser una persona "culta" o "formada", sino el tener al menos un ápice de sensibilidad, para estremecerte por esas imágenes tan dolorosas. Algo se muere en nosotros. Y algo se muere en nosotros cuando cualquier pieza artística de gran calibre, sufre un daño de esas consecuencias. 
Mensaje también para los gilipollas, y lo siento, no voy a moderarme en usar esta castiza palabra, que se afanaron en hacer chanzas sobre lo ocurrido, hablando del jorobado de Notre-Dame o de las subvenciones que Disney iba a dar para construir un nuevo EuroDisney donde la catedral (lo que esos mamones no saben - y pido disculpas a los lectores, pero no a esos individuos, por el uso de tan castiza expresión - es que la empresa del ratón ha subvencionado, al igual que el COI y otros organismos, la reconstrucción de las zonas dañadas). Y por supuesto, a todos aquellos que siempre han vituperado su odio contra todo lo cristiano y contra todo lo occidental, y que ese nefasto día no iba a ser una excepción en su muestra de rencor. Si el hablar de "la Iglesia que ilumina, es la que arde" o "monumentos del heteropatriarcado blanco, bla, bla", ya de por sí son sectarios y sin fundamento, decirlo en estas circunstancias, es de ser un auténtico bastardo. Como ya he dicho con anterioridad, y muchos que no tienen mis pensares incidieron en lo mismo, ante una catástrofe de esta magnitud, lo que hay que hacer es callar y mostrar apoyo. Yo lloré, derramé lágrimas, y cierto es que lancé mis sospechas contra la canalla morisma (recordemos que en 2017, un mahometano intentó entrar con un mazo a la Catedral), pero pronto, cuando los medios y autoridades pertinentes informaron de que se trataba de un accidente, algo normal en una construcción de mampostería que llevaba desde hace más de cien años sin restaurarse, olvidé todo eso. 
A todos los que somos católicos, pedirles una oración, para proteger a la Catedral de Notre-Dame y a todos los monumentos consagrados a Cristo o la Virgen María, la madre de todos nosotros. No es victimista el decir que los cristianos somos perseguidos y asesinados a lo largo y ancho de todo el mundo, y hemos sufrido campañas de descrédito, algo que se acrecienta con el usurpador Bergoglio, quién interpreta el mensaje de Cristo a su conveniencia y a la conveniencia de los lobbies que lo auparon hasta ahí.
Pero en general, la conclusión que se ha de extraer, es que el arte no muere, si este es atesorado en nuestro corazón y espíritu, y que por primera vez en mucho tiempo, vi a la gente unida sin meter baza de manera arrabalera y cicatera, lamentándose por la muerte de patrimonio cultural, y se demostró una vez más que el arte, es el que mantiene unidos a las personas y que toda belleza supera a la cizaña y las disensiones que a todas horas nos atribula.
Pensaba que esta entrada estaría para el Domingo de Resurrección, y por eso, el simbolismo del título, pero aún así, todos los días hemos de tener presente que lo muerto, resucita, y que Notre-Dame no ha muerto del todo, pero resurgirá de manera fuerte, como el Ave Fénix, como otros tantos monumentos que han sido destruidos (los Budas de Bamiyán o la ciudad de Palmira).
Javier Ramos Beltrán, a 22 de abril, en Requena.
¡Viva la cultura occidental! ¡Viva la belleza que irradian todos nuestros monumentos!

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