sábado, 11 de julio de 2020

Españoles Olvidados (V). Baltasar Gracían, un filósofo y escritor muy "criticón"

De seguro que los más veteranos del lugar si sabrán de quién hablo - aún con las dificultades propias de este autor tan proclive tanto a la genialidad como a la de "meterse en charcos" - cuando me refiero a Baltasar Gracián, y perfilándonos más, a su magna obra, "El Criticón". Magna obra que le valió el sobrenombre a este reputadisimo filósofo, escritor y teólogo jesuita.

Baltasar Gracián y Morales, nacería el 8 de enero de 1601 en la localidad zaragozana de Belmonte, renombrada en 1985 como Belmonte de Gracián en su honor y habiéndose llamado al momento del nacimiento de este hombre, Belmonte del Río Perejilles. Desde 1910 hasta 1985, sería Belmonte de Calatayud.

En Toledo, y junto a la compañía de su tío Antonio Gracián, bibliotecario de San Lorenzo del Escorial, recibió los rudimentos de Lógica y Latín, en torno a 1617, para dos años más tarde, ya en 1619, ingresar como novicio en la orden de los jesuitas, para posteriormente estudiar la carrera de Humanidades durante dos años en Tarragona. Tras finalizar sus estudios en 1621, volvió a Calatayud para cursar dos años de filosofía, finalizando su formación con cuatro años de Teología en la Universidad de Zaragoza. La filosofía y la teología serían una determinante influencia para sus postreros escritos y pensamientos.

Entre 1627 y 1636, se ordenó como sacerdote, ejerciendo como profesor de Humanidades, Filosofía y Teología en Valencia o Gandía, donde despertó las envidias y odios de sus congéneres jesuitas valencianos, algo que le granjearía posteriormente esa injustificada fama de "broncas".

En 1637, y tras haber vuelto a Huesca bajo el mecenazgo del oscense Vicencio Juan de Lastanosa, escribió y publicó su primer libro, "El Héroe", cuya edición íntegra podemos encontrar en la página de "Cervantes Virtual", y que fue el pistoletazo de salida a sus otros dos libros, que publicaría dos años más tarde, como lo eran "El Político" "Arte de Ingenio, tratado de la agudeza", cuando ya estaba plenamente establecido en Madrid con el cargo de confesor del virrey de Aragón, en ese entonces, el duque de Nocera, Francisco María Carrafa, a quién dedicó el primer libro que aquí se menciona y que fue una adaptación 'barroca' de "El Príncipe" de Maquiavelo.

Durante la Sublevación de Cataluña de 1640, estuvo ejerciendo como vicerrector del Colegio de Tarragona y dando asistencia espiritual a los soldados que a la postre tomarían Lérida. Su estancia en Cataluña, provocó que cayese enfermo y retornara a Huesca, donde impartió clases de Teología Moral hasta 1650, publicando "El Discreto""Oráculo manual y arte de prudencia" "Agudeza y arte de ingenio".

Ya llegando sobre el final de su vida, publicó en 1651 (primera parte, "En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud"), 1653 (segunda parte, "Juiciosa cortesana filosofía en el otoño de la varonil edad") y 1657 (tercera parte, "En el invierno de la vejez"), su magna obra como lo fue "El Criticón", obra en la que se ponía "de vuelta y media" a los poderes estamentales de la época como la monarquía, la nobleza, el ejército, las órdenes religiosas incluida la suya, también criticaba a otras potencias... Todo un arte de la sátira. 

Con una estructura de trece crisis - capítulos - en las dos primeras partes y de doce en la segunda, acaba por hacerse un repaso de todas las edades del hombre desde la niñez hasta la inmortalidad que acaban recibiendo después de su estadía en Roma, intercalando con viajes a lo largo y ancho de todo el mundo como España o Francia.

De todos modos, ¿no les resulta algo 'caballeresco' y similar a cierta novela universal en su trama? Critilo, es un náufrago y un hombre curtido en mil batallas, que aparece en las costas de la isla de Santa Elena, encontrándose con Andrenio, un hombre nativo y que no conoce más mundo que el de su isla, ajeno a toda civilización y criado por animales. A partir de las vivencias de este nativo, Critilo acabará dándose cuenta de lo bella que es la creación divina, y acabará materializándose la búsqueda de su amada Felisinda, ejemplo de la felicidad, quién a su vez es la madre de Andrenio.

Sustraeremos aquí unos cuántos extractos del libro:

Primera parte: "En este centro de hermosas variedades, nunca de mí imaginado, me hallé de repente dando más pasos con el espíritu que con el cuerpo, moviendo más los ojos que los pies. En todo reparaba como nunca visto y todo lo aplaudía como tan perfecto; con esta ventaja, que ayer cuando miraba al cielo sólo empleaba la vista, más aquí todos los sentidos juntos, y aún no eran bastantes para tanta fruición: quisiera tener cien ojos y cien manos para poder satisfacer curiosidades del alma, y no pudieran. Discurría embelesado mirando tanta multitud de criaturas, tan diferentes todas en propiedades y en esencias, en la forma, en el color, efectos y movimientos; cogía una rosa, contemplaba su belleza, percibía su fragancia, no hartándome de mirarla y admirarla; alargaba la otra mano a alguna fruta, empleando de más en más el gusto, ventaja que llevan los frutos a las flores. Hálleme a poco rato tan embarazado de cosas, que hube de dejar unas para lograr, repitiendo aplausos y renovando gustos. Lo que yo mucho celebraba era el ver tanta multitud de criaturas con tanta diferencia entre sí, tanta pluralidad con tan rara diversidad, que ni una hoja de una planta, ni una pluma de un pájaro se equivoca con las de otra especie" en el tercer capítulo, que versa acerca de "La hermosa naturaleza", y con Andrenio asombrado por ver de forma improvista la belleza de la naturaleza, belleza que ha admirado siempre en su campestre vida.

Segunda parte: "Estábase la Fortuna, según cuentan, bajo su soberano dosel, más asistida de sus cortesanos que asistiéndoles, cuando llegaron dos pretendientes de dicha a solicitar sus favores. Suplicó el primero le hiciese dichoso entre personas, que le diese cabida con los varones sabios y prudentes. Mirándose unos a otros los curiales y dijeron: 

- Éste se alzará con el mundo.

Más la Fortuna, con semblante mesurado y aún triste, le otorgó la gracia pretendida. Llegó el segundo y pidió, al contrario, que le hiciese venturoso con todos los ignorantes, y necios. Riéronlo mucho los del cortejo, solemnizando gustosamente una petición tan extraña. Más la Fortuna, con rostro muy agradable, le concedió la suplicada merced. Partiéronse ya entrambos tan contentos como agradecidos, abundando cada uno en su sentir. Más los áulicos, como siempre están contemplando el rostro de su príncipe y brujuleándole los afectos, notaron mucho aquel tan extravagante cambiar semblantes de su reina. Reparó también ella en su reparo y muy galante le dijo: 

- ¿Cuál de estos dos, pensáis vosotros, ¡oh, cortesanos míos!, qué ha sido el entendido? Creeréis que el primero, Pues sabed que os engañáis de medio a medio,, sabed que fue un necio: no supo lo que pidió, nada valdrá en el mundo. Este segundo sí que supo negociar: éste se alzará con todo. 

Admiráronse mucho, y con razón, oyendo tan paradojo sentir, más desempeñóse ella diciendo:

- Mira, los sabios son pocos, no hay cuatro en una ciudad; ¡qué digo cuatro!, ni dos en todo un reino. Los ignorantes son los muchos, los necios son los infinitos; y así, el que los tuviere a ellos de su parte, ese será señor de un mundo entero." en el capítulo quinto, que versa acerca de la simbólica "Plaza del populacho y corral del Vulgo", donde acaba - al menos en mi humilde opinión - por sentenciarse que la mayoría es fácil de adocenar, que aquellos sabios - como se mencionará después - eran Critilo y Andrenio, quiénes acuden atónitos posteriormente a una pelea, una pelea en la que aparece un fénomeno muy común en la España del siglo XXI ("¡Eh!, que aquí todo se sabe" "No digas se sabe, sino que todo se habla"). ¿Les suena? El saberlo todo. Pues como si esta no hubiera sido siempre una máxima filosófica como el famoso "solo sé que no sé nada" de Platón. Y es que ya se sabe - ¿o se desconoce menos? - quién más presume de sabiduría, quién no tiene jamás la deferencia de mantener callada la boca, es el más ignorante de todos. Y otra sentencia que no tiene desperdicio, esta vez vertida por el Sabio ("los que menos tienen - refiriéndose a los parlamentarios a los que había aludido Andrenio previamente - es de consejo. Toda es gente que, habiendo perdido sus casas, tratan de restaurar las repúblicas"). Y sólo he sacado un extracto de un capítulo, cuando esta segunda parte y el libro en general, tiene argumentos afilados y "criticones".

Tercera parte: "Muere el hombre cuando había de comenzar a vivir, cuando más persona, cuando ya sabio y prudente, lleno de noticias y experiencias, sazonado y hecho, colmado de perfecciones, cuando era de más utilidad y autoridad a su casa y a su patria: así que nace bestia y muere muy persona. Pero no se ha de decir que murió agora, sino que acabó de morir, cuando no es otro el vivir que un ir cada día muriendo. ¡Oh, ley por todas partes terrible la de muerte!, única en no tener excepción, en no privilegiar a nadie, y debiera a los grandes hombres, a los eminentes sujetos, a los perfectos príncipes, a los consumados varones, con quiénes muere la virtud, la prudencia, la valentía, el saber y tal vez toda una ciudad, un reino entero. Enteros debieran ser los ínclitos héroes, los varones famosos, que les costó tanto el llegar a aquel cenit de su grandeza. Pero sucede tan al contrario, que los que importan menos viven más, y los que mucho valen viven menos: son eternos los que no merecían vivir un día, y los insignes varones, momentáneos, pasarán como lúdicos cometas.Del capítulo undécimo, "La suegra de la vida". El penúltimo capítulo, y no, no es el de "La isla de la Inmortalidad", pero esta introducción a la penúltima crisi, es sin duda, la más "criticona" de todas. La influencia de este autor en el nihilismo de Schopenhauer ("vida como navegación entre el dolor y el tedio) y del apátrida Nietzsche, en cierto modo puede venir aquí. La negación de todo, de absolutamente todo lo establecido, la creencia de que se está sometido a un engaño... Que lapidario y cuánta razón hay. ¿Y por qué no? También casi su epitafio, una premonición de lo que sería su vida y el destierro de su legado y de sus obras por parte de sus envidiosos enemigos.

Influenció por igual a doctrinas enfrentadas como el existencialismo cristiano - y no ese sucedáneo 'beauvorista' - de Soren Kierkegaard y el nihilismo de Schopenhauer y Nietzsche, y todo gracias a que en Europa y fuera de España es más fácil el ser reconocido como español, porque en otros países, la envidia no es deporte nacional, y porque en esos países florecieron ediciones libres de su obra.

Y está pareja a obras egregias del castellano como "La Celestina" de Fernando de Rojas y "Don Quijote de La Mancha" de Miguel de Cervantes. Y puede que sólo esta última se asemeja a "El Criticón" en esa vertiente tan filosófica y en esa vertiente tan hispana - no está de más el decirlo - que es propensa a la crítica.

Envidiado por esos enemigos que tuvo, fue condenado a la degradación, siendo enviado en 1658 a Graus y Tarazona, donde fallecería, el día 6 de diciembre de este mismo año.

Entre medias de la publicación de "El Criticón" - a la que se acusó de no ser doctrinal, sino satírica, para desprestigiarla - publicó "El Comulgatorio" en 1655, acerca de la preparación para la eucaristía, para no caer en desgracia.

Otro español olvidado, otro español, del que cabe gloriarse, por sus influencias filosóficas, y por el que habríamos de sentirnos mal por recibir más reconocimiento en el extranjero que aquí. Lo que tiene el no caer bien por defender tus ideales.

Fuente: Santiago Navascués Alcay, Licenciado en Historia en la Universidad de Zaragoza (biografía)

Edición digital de "El Criticón" (extractos)

---JAVIER RAMOS BELTRÁN, A 12 DE JULIO DE 2.020---

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