sábado, 8 de agosto de 2020

El asedio de Cefalonia, un episodio olvidado. La consolidación del genio militar del Gran Capitán y la aparición del "Sansón extremeño".

Ayer, día 7 de agosto, se conmemoró el aniversario del fin de la resistencia de los 3.500 hombres del Tercio de Lombardía, comandados por Francisco de Sarmiento, en la fortaleza de  Castelnuovo - actual municipio de 'Herzeg Novi' en el sudoeste de Montenegro y que no hay que confundir con numerosas localidades italianas, entre ellas la piamontesa 'Castelnuovo Don Bosco' donde nació el santo al que se consagra - contra las terribles y numerosas tropas de Barbarroja, que contaba con más de 40.000 efectivos - 3.000 jenízaros y 200 naves de diverso tipo - y que vieron mellado desde el primer día su intento por tomar la plaza de Castelnuovo, en posesión de España. Conocida como la "Batalla de las Termópilas española" - pues acabó con victoria pírrica de un enemigo altamente diezmado como lo fue su anterior ejemplo en la historia -, en este enfrentamiento se utilizó por primera vez una técnica que los Tercios usarían a lo largo de numerosas batallas, como lo eran las 'encamisadas'. Incursiones nocturnas y rápidas donde se buscaba causar el mayor número de bajas posibles al enemigo, recibiendo tan peculiar apelativo, porque los soldados eran únicamente identificables con un camisón blanco y no portaban más que una daga. A este ejercicio de resistencia numantina - una más de las que trufan nuestra gloriosa Historia Patria - hay que sumarle la estrategia utilizada, una enrevesada estrategia que no se limitó a apuntalar la fortificación contra los potentes bombazos de los poderosos cañones otomanos, sino también a salir cuando el enemigo no se lo esperaba y a provocar una guerra de desgaste, que aunque únicamente fueron veinte días exactos (del 18 de julio al 7 de agosto), provocó que la ciudad tuviera que ser totalmente devastada para que Barbarroja pudiera entrar a la ciudad.

Todos estos enfrentamientos tuvieron un denominador común: una unión de las potencias mediterráneas cristianas en la Liga Santa para defender la cristiandad - y algunas como Venecia sus intereses comerciales - frente al imparable ejército otomano, el cuál tenía una profesionalización como nunca se conoció hasta entonces en cualquier ejército occidental, siendo auténticos herederos de las temibles huestes persas que muchas veces encontraron su fin en Grecia o de los cartagineses, tan poco adecuados al cambio de temperaturas, que vieron como una diminuta ciudad como lo era Roma, los redujo a escombros. El imperio otomano - y hoy día, la Turquía de Erdogan, la misma que incauta monumentos laicos como la Catedral de Santa Sofía, para 'islamizarlos', se considera su máxima heredera en este sentido - avanzaba de forma imparable, generando el caos y la destrucción contra todo ejército que osase oponer resistencia ante ellos, llegándose a plantar muchas veces a las mismas puertas de Viena, el pulmón de Europa del Centro.

El joven Luis II de Hungría que cayó en Mohács en 1526, la victoria de los Caballeros Hospitalarios comandados por Jean Parisot de la Vallette en el Sitio de Malta en 1565, la famosa Batalla de Lepanto en 1571, los húsares alados dos veces en Chomcyn (1623 y 1671), la épica Batalla de Kahlenberg en 1683 o el desastre en Karánsebes en 1788 donde dos fuerzas del ejército austríaco creían luchar contra los otomanos, son enfrentamientos que han pasado a la historia y nacieron de batallas lejanas y olvidadas en el imaginario como esta dela que vamos a hablar en esta entrada de hoy. La novena batalla comandada por Gonzalo Fernández de Córdoba, "el Gran Capitán", tres años antes de sus exitosas campañas en Ruvo, Ceriñola y Garellano, en el marco de las guerras italianas; y la batalla que demostró que la España unificada seguiría mirando al Mediterráneo, incluso si mediaba alguna alianza de por medio; y el nacimiento de la leyenda del "Sansón extremeño", D. Diego García de Paredes.

Nos referimos al Asedio de Cefalonia, un episodio olvidado de nuestra Historia, pero que por el heroísmo, la estrategia utilizada y demás, merece ser recordado. 

Hablamos de la última década del siglo XV. El Imperio Otomano crecía a pasos agigantados, tanto que a las potencias cristianas lindantes con él, no les quedó más remedio que ceder o firmar las paces, habiendo tenido únicamente como beligerantes a la Liga de Lezhë de Jorge Castriota, héroe albanés. Véase el ejemplo de potencia damnificada en la República de Venecia, que en el primera guerra turco-veneciana del 1463 al 1479, vio menguada su extensión, como consecuencia de la toma de Morea, Negroponte y Albania por parte de los otomanos. La Santa Sede, dirigida por Alejandro VI, jamás se mostró de forma abierta contra los otomanos tras aquel conflicto, al contrario, consideraron que les habían quitado de en medio al Imperio Bizantino, con quiénes si tuvieron enfrentamientos sonados. Aún a pesar de eso, se tenía recluido en la Santa Sede a Cem, hermano del sultán Bayaceto II, quién había aceptado esta situación aunque, de mala gana, como era de entender. Hasta que en 1495, Cem falleció, sin esclarecerse las circunstancias de su muerte, provocando la ira del sultán que soltó todas sus fuerzas contra las posesiones venecianas en el Mar Jónico, desatándose la segunda guerra-turco veneciana, después de la paz que se firmara con el Tratado de Constantinopla (nota aparte: realmente fue el tercer enfrentamiento entre turcos y venecianos, tras el sitio de Salónica entre 1422 y 1430). De este enfrentamiento cabe destacar la Batalla de Zonchio - la primera batalal de Lepanto - siendo la primera batalla naval en la que se utilizaron cañones.

Las derrotas una tras otra, provocó que el dogo Agostino Barbarigo rehiciera a prisa y corriendo la Liga Santa de 1495, conformada para aislar a Francia en la Primera Guerra Italiana, y que esta última fuera incluida. Aunque, la llamada de la República de Venecia - la Serenissima - iba encaminada a que había de defenderse la cristiandad y la civilización occidental, su mayor preocupación era que no les afectaran sus puntos mercantiles estratégicos. Recomendó también que el liderazgo de la expedición lo asumiera Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, reconocido por su valía en el conflicto italiano.


El Gobierno italiano contra la bandera véneta en los edificios ...
Bandera de la República Veneciana
Estandarte de los Reyes Católicos
Pendón de los Reyes Católicos con la enseña de Castilla y las de Aragón y Nápoles-Sicilia


La disposición de la batalla fue la siguiente
: Venecia dispuso de 53 buques (18 galeazas, 25 galeras y 10 naos) y España de 57 naves, zarpando del puerto de Málaga el día 4 de junio de 1500, mientras que la aportación francesa fue testimonial y la Santa Sede solo sufragó el 10% de los gastos militares. El día 2 de octubre, la escuadra española rindió la ciudad de Corfú sin resistencia, ya que los turcos la abandonaron ante la llegada de las tropas españolas. Los españoles rindieron también Santa Maura, dirigiéndose a la fortaleza de San Jorge, en la isla griega de Cefalonia, que llevaba dos años bajo el yugo de los turcos. 

El Gran Capitán
Gonzalo Fernández de Córdoba, "El Gran Capitán"

El devenir de la batalla comenzó con una negociación diplomática del Gran Capitán para que no se llegara al enfrentamiento, a través de dos mensajeros naturales de las potencias protagonistas (España y Venecia) como lo eran Gómez de Solís y Pucio, quiénes hablaron con Gisdar, jefe de los jenízaros, quién se negó a pactar, prefiriendo la muerte a la pérdida de la victoria. El simbolismo de la intencionalidad de iniciar la batalla quedó patente y manifiesto con el regalo que se le hizo llegar al Gran Capitán de un arco y un carcaj repleto de flechas, contenidos ambos, dentro de dos bandejas de oro. Tanto el Ejército Español como sus aliados carecían de víveres y suministros por como se había retardado tanto la operación - incluso en las tropas venecianas hubo muertes por inanición, deserciones y pequeños conatos de motín -, sin embargo, otro milagro tuvo lugar, al llegar a través del mar una gran cantidad de avellanas y castañas, como consecuencia de que un barco se partiera por la mitad en Alejandría. Y ya, mezclando la estrategia con la intuición personal, un supuesto sueño que tuvo el Gran Capitán mientras rezaba por la noche en el campamento, le alertó de que los turcos iban a colocar una mina en su tienda a través de un túnel, y por ello, construyó una contramina, consiguiendo con ello parar a los turcos que se acercaban con muchos barriles de pólvora; y la noche anterior al asalto, construyó un puente de madera, después de que los otomanos jenízaros les lanzasen flechas de fuego con veneno, piedras, y calderas de aceite hirviendo, y que con garfios enganchaban a los asaltantes y les lanzaban contra las rocas para intentar violar la resistencia hispana, que únicamente sufrió 100 bajas, por las 700 de los turcos. Como dato, cabe reseñar una profecía otomana que aseguraba que el primer cristiano que consiguiera ganarle a su imperio un reino, una isla o una ciudad, acabaría por ganarle todas sus tierras, siendo el Gran Capitán, el primero en vencerles, y en protagonizar otras asonadas contra los turcos cuatro años más tardes. Tras la victoria, se alzaron tres banderas en el Castillo de San Jorge como eran la de los Reyes Católicos de España, la de San Marcos de Venecia y la de la Cruz de la Cristiandad.

El "Sansón de Extremadura"
Grabado de Diego García de Paredes, el "Sansón extremeño", alrededor de principios del siglo XVI


Diego García de Paredes, el "Sansón extremeño"
, nació en Trujillo alrededor del año 1468, recibiendo únicamente la formación básica - el leer y escribir - antes de emprender el camino en 1496 a Italia para intentar ponerse a las órdenes de Alejandro VI como guardia, algo a lo que accedió - según relatos de Antonio Rodríguez Villa en "Crónicas del Gran Capitán" - tras ver como armado únicamente con una barra de hierro, el extremeño destrozó a todos sus rivales, armados de espadas y haciendo uso de ellas, dejando tras de sí un reguero de cinco muertos y diez heridos, y finalmente, fue nombrado miembro de la escolta papal. A raíz de esto, se granjeó una fama como espadachín en Italia, y pasó a trabajar para el Duque de Urbino, familia enfrentada al Pontífice de la familia Borgia, después de que nuestro Sansón matara durante a un duelo a un capitán de confianza de esta familia. Gonzalo Fernández de Córdoba, "el Gran Capitán", apareció entonces en su vida, y la aparición de García de Paredes en Cefalonia fue providencial, ya que mientras el asedio duró, la famosa máquina de garfios de los turcos - llamada "lobos" por los españoles - lo intentaron elevar hacia el interior de su muralla, aferrándolo por la armadura y lanzándolo. "Parecía que le aumentaba las fuerzas con la dificultad" después de conseguir zafarse durante tres días de las ataduras en lo alto de la fortificación, y cuando fue reducido, los turcos respetaron la vida del extremeño, ya que intentaron hacer de él una moneda de cambio, aunque él se negó, escapando por su propio pie y uniéndose al combate, poco antes de que los turcos se rindieran. Participó también en Ceriñola en 1503, y después de que "el Gran Capitán" fuese nombrado virrey de Nápoles, el Sansón de Extremadura fue nombrado marqués de Colonnetta, hasta la caída en desgracia de su señor, pero siendo la persona a la que Carlos I de España y V de Alemania más admiraba, fue nombrado Caballero de la Espuela Dorada por los servicios que a esté prestó en el Sacro Imperio y en Flandes.

--- JAVIER RAMOS BELTRÁN, A 8 DE AGOSTO DE 2.020 ---

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