viernes, 5 de abril de 2019

El mito de la "telurocrática" Castilla y la talasocrática "Aragón"

La unión de España, para algunos efectiva el día 19 de octubre de 1469, con el matrimonio de la reina de Castilla, Isabel I, y el rey de Aragón, Fernando II, quiénes recibieron una dispensa papal de Alejandro VI para su matrimonio, pues ambos eran primos segundos -ya que pertenecían a la dinastía de los Trastámara, de origen gallego, para puntualizar- se cimentó en la unión de dos modelos administrativos, que compactos, lograrían hacer que España se convirtiese en un Imperio en los años venideros, y no es absolutamente ninguna exageración: la "telurocrática" Castilla y la "talasocrática" Corona de Aragón.
Pero maticemos, porque todo esto no es del todo cierto, ya que si bien en la Corona de Castilla, al tener su concentración en la Meseta, se fomentaron las actividades agrícolas y ganaderas (cultivos de viñedos en Logroño, La Mancha y Castilla La Vieja, aceituneros en Jaén -tras la reconquista del norte andaluz- o la fundación de la Mesta en 1273 para regular -o dicho de otra manera, también, sindicar- las actividades de un gremio tan importante como el pasteril), y en la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, Valencia y las Islas Baleares, se fomentó el comercio con el Mar Mediterráneo y las conquistas territoriales de islas mediterráneas, no en vano, el apelativo que los italianos del sur (más españoles que otra cosa) y los griegos tenían para referirse a los extranjeros, eran "catalanes". 
Eso sí, no todo fue claro u oscuro, pues Castilla también tuvo una importancia portuaria en el Cantábrico y la Corona de Aragón, no fue del todo talasocrática, partiendo del hecho, de que la "capitalidad" que era Aragón, al no tener salida al mar, se centró más en labores agrícolas. Así pues, nos encontramos con que la actual provincia de Zaragoza, que destaca además por sus altas temperaturas, empezó a desarrollar el cultivo de la vid, especialmente en la población de Cariñena, siendo esta una actividad practicada desde la época de los romanos (quiénes introdujeron el cultivo de la vid en España), cuyo vino es famoso, llegando a aparecer mencionado en el Don Juan Tenorio de José Zorrilla y La Venganza de Don Mendo de Pedro Muñoz Seca. El Reino de Aragón, dentro de la Corona, al estar en una zona peninsular y sin salida al mar, no pudo gozar del "urbanismo" que sus homólogas Valencia, Barcelona o Mallorca, por lo que las diferencias entre los distintos componentes de la Corona de Aragón se acrecentaban. Siendo fidedignos históricamente, hay que atender a que los condados que conformaban Cataluña, si bien españoles de origen y hasta administrativamente, su embrión era francés, aunque hay que ir teniendo en cuenta que distintos dirigentes como Ramón I Berenguer se autodenominaba así mismo "Rey de España" como hicieron sus coetáneos leoneses, castellanos, navarros e incluso, portugueses, mientras que Aragón tenía un origen más peninsular, pues hemos de recordar, que si bien formaba parte de la Marca Hispánica carolingia, poco a poco se fueron acercando a Navarra, y su origen es puramente hispánico, y los condados catalanes hasta mediados del siglo XII no dejaron de depender enteramente de Francia.
La Corona de Aragón, según muchos historiadores, estaba muy atomizada y algunos han llegado a insinuar que su carácter político estaba más cercano a las actuales confederaciones (Unión Europea y demás...), que son más bien una entidad supranacional que a un reino centralista y unido, aunque hay que tener en cuenta que todos los reinos que conformaban la Corona, si bien tenían distintas generalidades y distintos parlamentos, compartían el mismo soberano, que era el Jefe de Estado de la Corona de Aragón. Esta atomización, producida no solo por las diferencias culturales existentes, pues el territorio aragonés tenía más semejanzas con Castilla que con las zonas de influencia catalanas, sino también por la administración, fue la que produjo esta disparidad. 
Pero, evidentemente, es en la talasocracia, donde la Corona de Aragón medró bastante y consiguió sus máximos réditos económicos, como se demostró con el establecimiento en 1283, del primer Consulado del Mar en territorio español, en Valencia; que fue seguido en 1326, con la fundación de otro Consulado en Mallorca, en 1347, otro en Barcelona, otro en 1363 en Tortosa, otro en 1385 en Gerona, otro en 1387 en Perpiñán, y finalmente, el último en 1443, siendo todavía la Corona de Aragón un ente independiente y todavía no unido a la Corona de Castilla, en San Feliú de Guíxols. De hecho, toda la "urbanidad" que desprendían ciudades importantes como Barcelona o Tarragona, viene del hecho, de que durante el siglo XIV, el comercio marítimo estaba en auge y se produjeron grandes emigraciones de otras zonas de Europa, manteniendo además un carácter y unas costumbres más liberales que su homóloga Castilla, tan ocupada en sus menesteres de Reconquista contra los mahometanos. Sin embargo, la influencia romana en la agricultura también se plasmó en los cítricos valencianos, siendo el actual territorio valenciano una de las más importantes regiones agrícolas de España. Si bien, en el cultivo de la vid, más propio de La Manchuela -zona a la que pertenece el territorio de quién aquí escribe- y del sur alicantino, no se ha prodigado mucho la actividad agrícola valenciana, el terreno destinado para otros cultivos como los arrozales (aprovechando la humedad de la zona de La Albufera). De hecho, la influencia castellana respecto a viñedos y aceituneros se ha trasladado hasta otras comarcas como las de Los Serranos, La Hoya de Buñol o el enclave en tierras turolenses del Rincón de Ademuz, comarcas de influencia aragonesa, o conocidas comúnmente, comarcas churras. Hasta Játiva y el sur de la zona valenciana (provincia de Alicante), llegan las aceituneras, ya que la situación climática es más propicia en estas zonas para el desarrollo de estas plantaciones.
Valencia, además supo combinar muy bien lo agreste y ganadero con lo marítimo, a destacar los rebaños de ganado de Chera, que a diferencia de los otros municipios que conforman mi comarca pertenecía íntegramente a Valencia. Respecto a la ganadería, hay que tener en cuenta, que esta era de fácil adaptación incluso a zonas tradicionalmente talasocráticas como Cataluña. Así pues, en Lérida, la provincia del interior de Cataluña, hemos de destacar su gran labor ganadera y, de influencia aragonesa y del sur de Francia, las conocidas masías, que no eran más que las antiguas villas romanas, destinadas a una explotación agraria y que se prodigan por todos los territorios de la Corona de Aragón. Posteriormente, en las provincias de Alicante y el sur de la de Valencia, surgirían las famosas alquerías, que presentan su homólogo en Granada. 
Respecto a las Islas Baleares, destacar que hasta la década de 1960 y 1970, quizá por su aislamiento, fue eminentemente agrícola y de industrialización tardía. Durante la época de la Corona de Aragón, empezaron a injertarse los primeros viñedos en la zona balear, que si bien no es una zona volcánica, ni inestable, es una zona montañosa, que por otra parte, ha tenido una fuerte implementación ganadera.
En conclusión, la Corona de Aragón vivió de ese comercio marítimo que le confirió un superávit económico y ser un aliado de realengo para las potencias mediterráneas. Aquí en España, también tuvimos a nuestro particular Marco Polo catalán, fray Jordà de Cataluña, que en el siglo XIV relató su viaje a la India, y hemos de destacar el famoso "Mapamundi de los Cresques", siendo el primer mapa que incorpora la famosa rosa de los vientos, la imagen de las cartas de navegación por antonomasia, y que también es de invención aragonesa, de la mano de Ramón Llull. De hecho, si bien en Zaragoza estaba la "capitalidad" de la Corona, aunque no de manera oficial, donde de verdad se movían todos los ambientes comerciales y económicos eran en Valencia y en Barcelona, destacadas capitales del Mediterráneo. No es descabellado el vincular la urbanidad de un territorio con el comercio marítimo, y no lo sería tampoco, con la vida en la costa, al fin y al cabo, los núcleos de población no tienden a ir al centro, sino a la costa. La rivalidad Madrid-Barcelona, que no es solo capitalina, también puede entenderse por este manido concepto. Sin embargo, no nos aventuremos en hacer un maniqueo argumento, pues si bien, Barcelona ha tenido mayor proyección internacional que Madrid, la ciudad condal estaba opacada por Valencia durante la Edad Media y hasta principios del siglo XIX, cuando el punto neurálgico de la industria española se colocó en Cataluña, que a su vez, fue la zona que más inmigración recogió. Lo que si que no es un estereotipo, es el cosmopolitismo que la Corona de Aragón presentaba, que tenía su contraparte positiva (la introducción del arte gótico a través de Francia e Italia, el Siglo de Oro valenciano, la imprenta...), pero también su contraparte negativa (los musulmanes nunca fueron definitivamente expulsados y provocaban grandes incidentes o barrios donde las minorías se hacinaban de mala manera). 
Ahora bien, centrándonos en la Corona de Castilla, veremos una zona más conservadora, más agreste, pero no por eso, más atrasada, y mucho menos, más arruinada. La Corona de Castilla se centró hasta el final en su empresa de reconquistar España, incluso, muchos castellanistas de la época se consideraban a sí mismos, auténticos sucesores de la España visigótica, una suposición que a día de hoy nos ha sido legada, pues todo el entramado legal y administrativo de España, tiene más herencia castellana que aragonesa. Incluso en la numeración de reyes, si hoy reinase un Fernando, sería Fernando VIII (siguiendo la tradición castellana) y no Fernando III (siguiendo la tradición aragonesa), aunque el pretendiente carlista Jaime de Borbón, era llamado Jaime III, siguiendo la numeración aragonesa. Antes que nada, hay que establecer las diferentes influencias de ambas coronas ibéricas, pues mientras la Corona de Castilla estaba fuertemente influenciada por el germanismo y era más fiel al Vaticano, no en vano la bandera aragonesa ("señera") es la bandera de los Estados Papales, la Corona de Aragón, como ya hemos mencionado con anterioridad, era más francesa, más cosmopolita y en sus influencias culturales queda más patente la influencia árabe (especialmente en Alicante).
De Castilla, no se puede decir que fuese una zona atrasada, ni mucho menos, pues los primeros registros de parlamentarismo en Europa nos los encontramos en las famosas Cortes de León, celebradas en 1188 y un arte románico que es, según diversos entendidos en el mundo del arte, el mejor de Europa con diferencia.
La zona de la Meseta presenta un clima mediterráneo continental; con temperaturas extremas, en la época invernal se han llegado a alcanzar temperaturas negativas en la provincia de Guadalajara y en la época estival, se ha demostrado una vez más el término de "España seca", especialmente en las grandes llanuras del Duero y de La Mancha, zonas que destacan por sus escasísimas lluvias y que rozan la aridez, siendo además estos territorios donde los viñedos más han arraigado.
La ganadería, ha sido sin duda, la actividad en la que más destacó la Corona de Castilla, así pues, observamos como en la zona de la cornisa cantábrica, zona geográfica que no ha sido azotada por la aridez y que no es considerada parte de la España seca, se ha proliferado en el ganado vacuno. Además, se han apostado por las razas autóctonas como la rubia gallega, las morenas del noroeste, la asturiana de los valles o la tudanca, aunque destacan la vaca charolesa para la carne y la frisona, la famosa vaca de motas negras que siempre vemos en caricaturas y anuncios, para la obtención de leche. La ganadería vacuna es una influencia ibérica que consistía en el aprovechamiento de estos animales para la obtención no únicamente de leche y de carne, sino también de cuero, bien como vestimenta como también para la construcción, por muy rudimentario que suene esto último. Por supuesto, el ganado vacuno está íntimamente ligado con la crianza de toros de lidia, situándose en Valladolid, durante la época de los Reyes Católicos, el inicio de esta actividad ganadera. En Extremadura, zona de dehesas y que me tiene profundamente enamorado por sus paisajes y sus gentes, es donde el ganado vacuno ha arraigado con más fuerza, especialmente en la provincia de Cáceres, la más castellana de las dos de Extremadura. Permitan si me tomo alguna licencia poética, pero la etimología de Extremadura, es la de "más allá del Duero", y es una zona que era conocida por ser un territorio indómito, presto a repoblarse, una especie de Lejano Oeste a la española - aunque si nos atenemos a razones históricas, el Lejano Oeste estadounidense sería una Extremadura española) - donde ganaderos y "vaqueros" iban a ganarse la vida. Idea se me ha dado de hablar de Extremadura, tierra donde se bebe un buen vino blanco, se come un buen jamón y que ha dado conquistadores de la talla de Francisco Pizarro y de Hernán Cortés. 
Extremadura, además zona de dehesas, fue repoblada por ganaderos castellanos, astures y vascos, y es hoy día, junto a Castilla y León, la comunidad autónoma con más cabezas de ganado caprino y ovino. 
El ganado caprino y ovino, van juntos de la mano, casi indivisibles, y sus pastores tuvieron que soportar durante mucho tiempo las pillerías y saqueos de los mahometanos. 
Las diferencias que nos encontramos entre estos tipos de ganaderías radica en su procedencia, pues el ganado caprino surge en las zonas montañosas y en el sur de la Península Ibérica, mientras que el ganado ovino nace en Castilla y León. Ambos tipos de ganado, tan indivisibles el uno del otro, pueden mezclarse, y existen rebaños tanto de cabras como de ovejas, y su finalidad siempre es la misma: la obtención de la leche, lana, productos cárnicos. Últimamente, el comercio lanero ha perdido fuelle en detrimento a la obtención de carne y de leche, pero en el momento cronológico que nos ocupa, fue lo que determinó el repunte de Castilla y que lo convirtió en una potencia económica. Ciudades castellanas como Medina del Campo, Valladolid o Burgos se convirtieron en ciudades reconocidas, que si bien no tenían tanta población como tantas otras en la Península o sus competidoras del centro de Europa como Amberes, fueron la auténtica capital del comercio lanero.
Para el ganado ovino fue determinante la aparición de la oveja merina importada desde África y en la que se articula toda la actividad. La oveja merina no era tan valorada tanto como su carne, de la que se obtiene la cecina, como si lo era con la lana y los productos lácteos. Cabría añadir que el apelativo que recibe esta raza ovina viene de los recaudadores de impuestos del Reino de León, conocidos como "merinos" y que imponían unas tasas astronómicas a los que trabajaban de esta oveja. Llegó hasta tal punto la entendible sobreprotección y veneración de esta especie, que durante mucho tiempo, estaba penado el sacar a esta especie de España, algo que se produjo a principios del XVIII, cuando el Rey Felipe VI, que inauguró la dinastía de los Bobones, regaló unos ejemplares a su abuelo Luis XIV, de quién no sabemos si aparte de ser un petimetre y un cobarde, tenía algún gusto por las actividades campestres.
En contraposición, a la oveja merina, nos encontramos con la oveja churra, una especie autoctóna castellana y cuyo nombre es una deformación del Ovis aries celticus, término taxonómico de esta especie, que se encuentra en nuestra Península desde la época celtíbera, y que si bien no tuvo tanta implementación como la merina, para el norte de Castilla La Vieja y el Reino de León fue muy importante, y fue la primera especie ovina que se introdujo en América. A día de hoy, el término "churro" sirve para denominar de manera común a agricultores y labradores. La oveja churra, no destacaba tanto en la lana, ya que al ser su pelaje blanco, era más fino, pero fue útil para la elaboración del interior de colchones, aunque donde si que destacó más fue en la obtención de lácteos y en la carne.
Como Castilla empezó a destacar en el comercio lanar y a ser los pastores una parte importante del acervo castellano, estos empezaron a ser reconocidos y regulados en el Honrado Concejo de la Mesta de Alfonso X, fundado por este mismo rey en 1273, reuniendo a todos los pastores de León y Castilla en una asociación nacional, donde se les reconocía su magna importancia en la repoblación, su incidencia en el mundo cultural castellano y su laboriosidad y esfuerzo. Se les eximió de pagar impuestos, de declarar como testigos en juicios y de prestar servicio militar, pero no solo se protegía la figura del ganadero, muchas veces frente al agricultor, sino que también se protegían a las ovejas, especialmente a la merina, el auténtico activo de la economía castellana. Algunos maledicentes han llegado a decir que la Mesta fue una especie de lobby de presión de su época, pero nada más lejos de la realidad, si bien eran un gremio muy importante, apenas tenían influencia en la Corona, y su función no era presionar, sino encargarse de agrupar la actividad ganadera y auspiciarla.
Esto no quiere decir que la agricultura se quedara desprotegida, al contrario, esta modalidad también tenía su propio gremio y sus propias leyes, conferidas por Alfonso X, que se encargó de proteger las reservas de trigo de Castilla, sin entrar en conflicto con los ganaderos. Se estableció así la famosa vía pecuaria, conocidas estas vías de manera coloquial como "cabañeras", y que a día de hoy, siguen gozando del reconocimiento que antaño tuviesen, siendo bienes de dominios públicos. Entre las distintas vías pecuarias nos encontramos con cañadas, cordeles, veredas, descansaderos o majadas.
Hemos de destacar que en la Corona de Aragón, se estableció con anterioridad en 1218, la Casa de Ganaderos de Zaragoza, ya que la actividad ganadera en el interior aragonés fue bastante importante, estableciéndose después de la unión de España, vías pecuarias comunes con la Corona de Castilla. Aunque eso sí, la Casa de Ganaderos de Zaragoza, era más local que nacional, y no hubo esa unión que existía en Castilla. Así pues, cada ciudad tenía su propio concejo. Hay que reconocer en su justa medida, la importancia también de esta casa para Aragón, pues conserva un material historiográfico bastante importante, y perduró más que la Mesta castellana, que se disolvió en 1836. Se tiene constancia en 1828 de un privilegio dado por el rey Fernando VII.
Castilla se convirtió en una potencia telurocrática importante, tanto por sus reservas de trigos, como por su comercio lanar, y por supuesto, el cultivo de viñedos, del que Bilbao y Santander sirvieron de puertos para exportarlos hasta Inglaterra, en donde su carísimo precio se equiparó a los vinos de la Gascuña y La Rochelle. El alto contenido etílico de los vinos españoles servía de aderezo a los tradicionales vinos de Francia e Inglaterra, y muchas veces, quizá por razones de salubridad o por no quitar popularidad a la bebida autóctona, esta excesiva gradación alcohólica era prohibida. A día de hoy, el cultivo de vino sigue siendo muy importante para España, aún a pesar de la devaluación a la que están sometidas todas sus denominaciones de origen por parte de la Unión Europea (que ni es "unión" de países europeos y que de "europea" tiene lo que mis mocasines marrones de azules). Su exportación hacia América, en la época de la Conquista del Nuevo Mundo, fue un factor determinante para el establecimiento de viñedos en California, Luisiana y Argentina (Río de la Plata) y que hoy reportan grandes beneficios económicos a estas zonas. Se habla mucho también de la supuesta tolerancia que los moros tuvieron con una actividad agraria que los romanos introdujeron, una supuesta tolerancia, que ni siquiera existió, pues como ya sabemos los mahometanos no pueden tomar bebidas alcohólicas, aunque en ese afán avaricioso y recaudatorio que esa gentuza tiene, mantuvieron algunos viñedos para cobrarnos a nosotros los cristianos, unos prohibitivos y abusivos impuestos.
No obstante, Castilla, que no destacaba por su urbanidad y su cosmopolitismo, como bien he reseñado, sobresalió como una auténtica potencia agrícola, combinada con un fuerte militarismo y sentimiento de pertenencia. No en vano, el mito de la "Ancha Castilla" como precursora de la Patria, está sustentado en este aspecto. Por supuesto, sin dejar de lado a Aragón, y a la posteriormente incorporada a principios del siglo XV, Corona de Navarra.
Pero si Castilla destacaba por su actividad agrícola, no lo iba a ser menos por la famosa Hermandad de las Marismas, un gremio naviero que nada tenía que envidiar al Consulado del Mar de Barcelona, ni a la Liga Hanseática, ni a otras compañías marítimas de la época. Este gremio se constituyó el día 4 de mayo de 1296, con la iniciativa de Santander, Laredo, Castro-Urdiales, donde se encontraba la sede principal, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Vitoria, a la que se uniría al año siguiente, San Viente de la Barquera. Al haber participado en la Reconquista de Andalucía, que a diferencia de la repoblación de las tierras extremeñas, se hizo con nobles, muchos de ellos querían proteger sus privilegios, precisamente ante la creciente influencia de la Mesta, con la que, surgía la evidente rivalidad gremial, pero siempre hubo la cooperación necesaria para transportar mercancías a otros puertos. Pero la Hermandad de las Marismas supuso algo más para una Castilla que parecía cerrada a la navegación, pues se trató de la primera armada de la Corona de Castilla y además con bastante poderío, pues en 1338 se firmó un convenio con Felipe VI, en el marco de una alianza durante la Guerra de los Cien Años (1337-1453). Se recordarán las incursiones bélicas de esta institución naviera, tanto por la fatídica derrota de Winchelsea en 1351, como por la victoria en el combate de La Rochela en 1372, naciendo así la famosa rivalidad marítima entre España e Inglaterra, que tantos momentos de gloria, así como de desánimos y pesares, incitó en nuestra historia patria. Destaca, el almirante Sánchez de Tovar, que en 1377, en una coalición con Vienne, capturó numerosos pueblos británicos colindantes con la frontera gala, tomando la ciudad de Cornualles. Otros nombres que jalonaron su reconocimiento en este cuerpo marítimo fueron el vallisoletano Pero Niño, predecesor de grandes hazañas marítimas para España, junto al vizcaíno Martín de Avendaño. Pero Niño volvió a tomar Cornualles, y causó destrozos y saqueos a poblaciones cercanas a Londres. Otras expediciones a destacar son las de Rui Gutiérrez de Escalante y el alavés Fernán Pérez de Ayala en 1419, que asolaron ciudades que estaban bajo dominio inglés, incluyendo Burgos. Los ingleses empezaron a temer nuestro poderío marítimo, ya desde entonces, y se demostró la pericia vascongada en la historia española, y permítanme la imprecación, pero que para mí es de justicia mencionarla, pero los 'mamones' de Bildu, que hablan de España como un estado opresor y colonialista, y que no hay que rendirle honores a la Armada de un estado represor en las Vascongadas, tendrían que repasar la historia o al menos no creerse sus veleidades supremacistas y excluyentes. Dicho esto, y recordando la suprema españolidad del pueblo vascongado, del que recordemos emana la lengua castellana, lengua universal y unificadora de pueblos, hemos de destacar que el desenlace definitivo que tuvo la Guerra de los Cien Años, desnivelando la balanza a favor del poder francés, lo provocó la Hermandad de las Marismas, que tomó parte activa en la toma de Bayona en 1451, a manos de las naves guipúzcoanas, tierra que tres siglos más tarde vería retoñar al más grande héroe de la historia española, pero eso, eso ya es otro desenlace bonito y esperado.
Toda la Hermandad de las Marismas es una evolución de la Hermandad de las Cuatro Villas (Castro-Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera) surgida durante el siglo XII. 
Finalmente, esta Hermandad desaparecería en 1491, con el establecimiento del Consulado del Mar en Burgos, que posteriormente sería parte activa, junto a las Comandancias Generales de Indias en Sevilla, de la Conquista y civilización del Nuevo Mundo.
La conclusión que se puede extraer de esto, es que no hay que hacer un argumento maníqueo de estas afirmaciones, cuál cátaro albigense, pues ni una era más telurocrática, ni otra más talasocrática. Sirva el ejemplo de la ganadería en Aragón y en el interior catalán y valenciano, frente a la expansionista política marítima y subyugadora del mar de la Corona de Aragón, que en ese sentido fue más catalanovalenciana que aragonesa, teniendo a Barcelona (que hasta la época de Felipe V no adquirió una notoriedad destacable) y Valencia (auténtica capital y ciudad portuaria, que en el siglo XV experimentó un Siglo de Oro nada envidiable al Renacimiento italiano, entre el que se encuentra la introducción de la imprenta) como puntos principales frente a una Zaragoza más interior y dada a la ganadería y la agricultura (el famoso vino de Cariñena, del que Don Pedro Muñoz Seca mencionó su "cabezonería"). O por ejemplo, Castilla, que en ese sentido fue más pareja, pues si bien su comercio y su actividad económica dependían de la ganadería y la agricultura, lo marítimo fue también bastante importante, consiguiendo réditos económicos y grandes hazañas militares. Esta entrada bebe de los libros que en mi cabecera asoman como lo son Historia Inaudita de España de Pedro Voltes Bou y Historia de España de Pierre Vilar, que se reiteran en su significación de la unidad de España por estos medios. Nadie ha sacado el famoso mito de las dos Españas que siempre han estado enfrentadas entre ellas (germánico-bereber, carlista-liberal, nacionales-rojos), no solo porque no es conveniente, sino porque aquí no tiene ninguna base histórica, pues todos los reinos de la Península, incluida Portugal, que como no tuvo más remedio su expansión fue oceánica, destacando el príncipe Enrique el Navegante, se decían herederos de España visigoda que los moros nos habían arrebatado, y que a nosotros los españoles, nos costó sangre, sudor y lágrimas recuperar. Aquella España de la que Isidoro de Sevilla hablaba maravillas, aquella España que para el mundo antiguo era el fin del mundo conocido y una puerta hacia lo fantástico (Atlántida, Jardín de las Hespérides...), en definitiva, a la España de la que hoy gozamos y en la que hoy vivimos, y en la que siempre defenderemos como juraron nuestros ancestros. No es por tanto, la unión de dos sistemas económicos, sino de modos de vida, de pensamientos, sintetizados en un fin último que era España. 
Me inspiró el hacer esta entrada, de la cuál un servidor se siente profundamente orgulloso, la caracterización que siempre se han hecho de las costumbres castellanas, unas costumbres y una raigambre que yo tengo, y a las que se les ha concedido una imagen peyorativa y despreciativa, confundiendo ruralidad con paletismo y risotada. También lo irónico de ver como la capital de España, la Villa de Madrid, siempre ha sido considerada, no solo en Europa, sino también aquí, como un pueblo grande y no como una ciudad. Francisco Umbral protagonizó en 1982 una astracanada al asegurar en el pregón por las Fiestas de San Isidro, que Madrid era un poblachón manchego, provocando la legítima respuesta de Inocente García de Andrés, secretario del Consejo de Comunidad Castellana de Madrid, que le retrucó acertadamente con el hecho histórico de que en 1201, a Madrid le fue expedida su Carta Magna, siguiendo el esquema jurídico-administrativo castellano. O Madrid, como ciudad segoviana más importante, pues siendo la actual capital del reino, una zona problemática durante el Conflicto de los Comuneros, a principios del XVI, se nutrió de importantes milicias segovianas, y a que la cercanía haya hecho que Segovia, junto a Ávila, Guadalajara o Cuenca, aún siendo capitales de provincia se hayan convertido no ya en ciudades dormitorio de Madrid, sino en auténticas aldeas. El caso de la capital es paradigmático, pues si bien está situada en el centro y posee grandes emplazamientos como el Museo del Prado, pinacoteca que un servidor visitaba cuando era pequeño todos sus cumpleaños, la Cibeles y demás, siempre ha desprendido ese aire de pueblo, ese aire rural. Conocidas, y bien vistas, por todos, las fotos de bueyes escapándose por la Castellana o de carromatos tirados por mulas en pleno centro de Madrid, a finales del XIX, cuando Madrid estaba muy lejos de las industrializadas Barcelona y Bilbao respecto a población e importancia. Querría aquí también hablar de la industrialización en España, que fue la nación más próspera, si bien se iba resintiendo con las perdidas coloniales, hasta la Guerra contra el Francés de 1808-1814, donde nuestros supuestos aliados ingleses saquearon ciudades como Badajoz en 1812 y los franceses ya ni digamos. Luego, los puntos neurálgicos se concentraron en Galicia, Vascongadas y Cataluña, siendo esta última región, la que con Cuba mantenía una estrecha relación.
De hecho, de la excesiva industrialización de Vascongadas y Cataluña, se produjo el famoso fenómeno de la masificación urbana, un problema que ha traído muchos quebraderos de cabeza, y que se contrapone con la pérdida de población de la España rural, tan dejada de lado por políticos cuando los menesteres acucian, pero argumento siempre presto a ser rescatado por estos ganapanes cuando se acerca el motivo de depositar el traidor papelito en la infame urna. Con esta masificación urbana, se produjo un ascenso de la inmigración de otras zonas de España, especialmente de andaluces y manchegos. Si en Vascongadas, aún a pesar del tufo supremacista que Arana desprendía y que luego la ETA materializaría, no se encontrarían con muchas trabas, en Cataluña, sí, donde los famosos "charnegos", que tienen fama de desarraigados, tuvieron que tragar y mucho. No obstante, los hijos de estos "charnegos" como Gabriel Rufían o el supuesto profesional del fútbol, Xavi Hernández, son los que hoy con mucha bravuconería se permiten vituperar a la Patria, renegando de sus orígenes y obviando el desprecio al que sus familiares fueron sometidos, con el pretexto de "cuando en los años 50 emigramos, los catalanes nos acogieron con los brazos abierto". No dudo de la hospitalidad de algunos ciudadanos, pero era más fácil irse a Cataluña o a Valencia, que estaban más industrializadas que una Madrid que hasta los años 60 no despegó. Con esto, quiero romper también el mito de superioridad que se ha desprendido por parte de algunos separatismos radicales como la urbanidad.
Mi entrada acaba hoy después de casi dos meses, incubándola en mi cabeza, investigando y realizando todo tipo de proyectos, y quiero dedicársela a mi buen amigo Don Carlos Marín, ganadero, también a mi primo, Don José Luis Gómez Pérez, también ganadero, a los nobles agricultores de mi tierra, a mi amigo Borja Ferrer por haber participado y difundido mi bitácora, al historiador Fernando Paz, cobardemente defenestrado y no tenido en cuenta, a López Obrador y su afán de revisar la historia, a la gente de pueblo como yo, que nos resistimos a que la España rural muera y, por consiguiente, desaparezca el acervo cultural de nuestros ancestros, el trabajo manual y el esfuerzo, siempre con todos vosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En homenaje de mi querida abuela Luz

Tal día como hoy, hace 91 años, nació mi querida abuela, Dª María Luz García Arenas, fallecida hace ocho meses, el día 1 de abril de 2022. H...