Tal día como hoy, hace 91 años, nació mi querida abuela, Dª María Luz García Arenas, fallecida hace ocho meses, el día 1 de abril de 2022.
Hija de Julio García Cardona (de padre de Oliete, localidad del norte de Teruel, y madre de Los Duques) y de María Arenas Martínez (de padre de la Balsa de Ves y madre de Requena capital); se crió con su única hermana, Matilde (exactamente cuatro años mayor que ella y que falleció en 2020), y sus primos en la finca de "La Manchuela" en Barrio Arroyo.
Desde muy pequeña, ya supo lo que era sufrir en la vida, pues no en vano, sólo tenía cuatro años cuando comenzó la Guerra Civil, y tuvieron que dar cobijo en su casa, a familiares madrileños pertenecientes al cuerpo de la Benemérita, que habían sido acusados de sumarse al Golpe de Estado.
Como muchos recordarán, se estableció por la zona de la Vega del Magro, la conocida como "Vega Roja", el único intento de independencia municipal de una zona con mucha solera, y las aldeas de Calderón, San Juan y Barrio Arroyo, fueron un pequeño ente territorial inframunicipal que adoptó el tradicional nombre de "La Vega Roja", llamado así por lo rojizo de su terreno, y no tanto por la ideología.
El caso, es que los comisarios políticos - no eran ni alcaldes pedáneos, ni nada - no "hacían prisioneros", o al menos, esa era su norma general. Si en otras aldeas de Requena y en otros territorios de la comarca, la represión del bando rojo fue brutal, en La Vega se intensificó bastante.
Cualquiera que fuese "sospechoso" de poseer (y trabajar) tierras o de haber ido a misa alguna vez en su vida, podía pagarlo con una grandísima pena o con su vida. Huelga decir que los que ejercían esa "autoridad" e imponían esas draconianas condenas, no eran naturales de las aldeas de La Vega. Algunos como el inclíto Rafael Leiva Gallego - a quién se le afama el haber reestablecido la tradición de "Moros y Cristianos" en la aldea de San Antonio de Requena, sin ser eso cierto - provenían de localidades de Albacete y se encargaron de hacer juicios sumarísimos que dejan a las Chekas madrileñas en mantillas. Uno que tuvo la desgracia de caer en esos juicios, fue el padre de mi abuela Luz, Julio.
Digamos que fueron a por él, porque cobijaba a los primos de mi bisabuela injustamente represaliados, tenía unas viñas muy buenas y fértiles donde hoy se levantan las Bodegas Sierra Norte (viñas que, afortunadamente, siguen siendo de nuestra familia), y era católico practicante. Se le imputó tener una escopeta de caza. La suerte fue que únicamente le vejaron, pero no lo mataron. Le obligaron a ir al Frente del Ebro junto a milicias anarquistas de La Vega, aún a pesar de tener ya 38 años, en julio de 1938, estando a punto de morir en Tarragona.
Recordado - en su justa medida - todo esto, mi abuela Luz creció con las dificultades propias de una sociedad de posguerra. Sus profesores decían de ella que tenía madera de ser enfermera, pero lamentablemente, la falta de posibles, hizo que, como muchos otros niños de su época, no pudiera continuar estudiando.
Y aquí llegamos, a cuando se casó con mi abuelo, en enero de 1959. El año que viene, por estas alturas, hará 65 años de su boda. Sólo tuvieron un hijo, a mi padre, Javier, el 19 de febrero de 1960. Resulta que Javier, era una persona con mucho talento y mucho potencial, así que se le recomendó que se le subiera de curso. Y cuando tenía trece años, empezó la secundaria en el Colegio Santa Ana de Utiel, para luego volver a la escuela de Calderón, ante un caso de bullying. Mi padre, acabó licenciándose de Derecho, después de haber trabajado en Cataluña con dieciséis años y haber hecho el SMO en Madrid en 1981.
Y luego nací yo, en el 2000. Y fui el único nieto de mis abuelos paternos, que me recibieron con gran alegría. A mí, por mis altas capacidades, me quisieron subir de curso en el colegio, lástima que el politiqueo existente no me lo permitiese. Una gran lástima.
Mi abuela, tenía que madrugar para cogerse la Alsina y venir a Requena, a recogerme en el colegio. Cuanto bullying sufrí y como salí adelante, porque mi abuela me quería y me entendía siempre. Hasta en el instituto, cuando ella ya se estableció con nosotros, tras el fallecimiento de mi abuelo Ramón (la semana pasada - 16 de enero - hizo diez años de su fallecimiento).
Hasta el final siempre, conmigo y con todos nosotros.
Aquí, lo que yo leí, el día de su funeral en la Iglesia de San Juan:
Luce dei miei occhi, brilla su di me