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domingo, 7 de junio de 2020

Españoles Olvidados (III). El cronista de Aragón, Jerónimo Zurita y Castro, y su maestro, el toledano Hernán Núñez


No es nada descabellado el asegurar que en España hemos tenido a grandes prohombres que, bien por su participación en la divulgación cultural o bien contribuyendo como fuere a España con acciones que a ellos les engrandecían como individuos y a nuestra Patria la engrandecen como nación. 
Por eso nació está sección de "Españoles Olvidados" dentro de la bitácora de "Cultura Hespéride" que en veintisiete días habrá llegado ya a los tres años. Parece como si hubiera sido ayer cuando me embarqué en este proyecto de divulgación cultural, al que complemento con mis estudios universitarios, mi trabajo en el campo y mis colaboraciones en proyectos como "Crónicas Históricas de Requena" o "Historiarum".
De los españoles que hablaré en esta ocasión, poco se ha oído hablar, pero son hombres que a través de su labor divulgativa nos permitieron conocer a los clásicos griegos y a tener una compilación de refranes, proverbios y demás sabiduría popular (Hernán Núñez de Toledo) y a profundizar en los siglos precedentes al XV en la Corona de Aragón (Jerónimo Zurita y Castro, su alumno).

-Hernán Núñez de Guzmán, El Comendador Griego o El Pinciano
Hernán Núñez de Toledo y Guzmán (1475-1553). Latinista, helenista ...
Poco se sabe de su lugar de nacimiento, ya que mientras algunos lo emplazan en la localidad toledana de Illescas, otros vinculan su origen toledano a su padre, Ruy López de Toledo, quién fuera tesorero de los Reyes Católicos desde 1479-1480 y quién acabaría ejerciendo en Granada desde 1494 y siendo regidor del Concejo en 1501, pero que su lugar de nacimiento fue en Valladolid, recibiendo por tanto ese apelativo de Pinciano. Su fecha de nacimiento fue en 1478, y debido al desplazamiento como consecuencia del trabajo de su padre y el duradero establecimiento en Granada, entabló aquí su más estrecha relación.
De lo que se extraen de los pocos datos de su infancia, más allá de la conexión juvenil con Granada, es le contacto en esta misma ciudad con el conde de Tendilla, su protector y amigo; aparte de que por testimonios personales, entabló relaciones con el catedrático de Griego en la Universidad de Salamanca, Arias Barbosa, y con el gran filólogo Antonio de Nebrija, quién fue descrito de forma cariñosa por parte de Núñez de Guzmán como "mi preceptor apenas comenzada mi niñez". No obstante, todos los biógrafos coinciden en que la personalidad más determinante de Núñez de Guzmán fue el conde de Tendilla, Iñigo López de Mendoza, quién era un mecenas que le confió la educación de su hijo Luis Hurtado, a la postre gobernador de la Alhambra y capitán general de la armada en Andalucía. A su mentor le dedicó tres importantes obras como el Comentario a las Trescientas de Juan de Mena, publicado en 1499, y el segundo comentario que Núñez de Guzmán hizo a esta obra en 1505 y la Historia de Bohemia de Enea Silvio. Fue un gran viajante, realizando numerosas visitas a Italia, recordándose su segunda visita en 1505, donde adquirió una ingente cantidad de libros, aficionándose a su compra hasta completar una importante biblioteca. Pero no solo viajó para la adquisición de libros, sino para el perfeccionamiento de sus conocimientos de Griego, siendo discípulo de Filippo Beroaldo, Joviano de Sancta Maura y Battista Pio. No solo sabía latín y griego - siendo esta última la lengua en la que Núñez de Guzmán se prodigó - sino que durante su estancia en Granada, aprendió árabe, hebreo y caldeo, que con las dos lenguas anteriormente mencionadas, se completaban las cinco lenguas bíblicas y se cumplía el ideal de homo trilinguis. Tras la decepción de no haber sido escogido en la Cátedra de Hebreo que se expidió en la Universidad de Salamanca de 1511, dos años más tarde, en 1513, acabó recalando en la Universidad de Alcalá, donde colaboró en la edición de la Biblia Poliglota, para seis años más tarde acabar sucediendo a Demetrio Ducas en la Cátedra de Griego en esta misma universidad. Su apoyo al bando comunero, le granjeó numerosas enemistades y encontronazos que le hicieron volver a Salamanca, donde adquirió la Cátedra de Griego en 1524, sumándose a esta Cátedra la de Retórica en 1527, aprovechando para leer y traducir a Plinio. Finalmente, acabaría jubilándose de su Cátedra de Retórica en enero de 1548, y un mes más tarde de la de Griego. A destacar que él tradujo al geógrafo Pomponio Mela, autor de la trilogía geográfica De situ urbis (Sobre los lugares del mundo).
Como paremiológo - esto es, estudioso del hablar y los refranes vernáculos - utilizó muchas de nuestras castellanas expresiones en sus traducciones. Lo que sí es cierto, es que si muchas obras clásicas nos han sido legadas, ha sido en gran parte, a la cualitativa contribución de Núñez de Guzmán.
Merced a su labor divulgativa desde su juventud, fue comendador de la Orden de Santiago desde 1490. Tal fue su devoción que no solo portó la Cruz de Santiago en vida, sino que pidió ser enterrado con su uniforme.

-Jerónimo Zurita y Castro.
Jerónimo Zurita: Documentos y Archivos de Aragón
Por último, y para empezar introduciendo al otro protagonista de nuestra entrada, hemos de reseñar los famosos Anales de la Corona de Aragón, publicados en dos partes que contaban con dos clasificaciones cada una de las dos partes como lo eran primeros y postreros. Así, como una especie de Tácito de la época renacentista, nos contó el hombre que aquí nos ocupa los pormenores y organización administrativa de la Corona de Aragón y de la época previa a su configuración, cuando esta era todavía un Reino de Aragón.
Nació en Zaragoza, el día 4 de diciembre de 1512, proveniente de una familia que tenía estrechos vínculos con la monarquía, algo que sumado a su capacidad divulgativa le llevó a estudiar en la Universidad de Alcalá de Henares, recibiendo clases de Hernán Núñez de Toledo. 
No hay que quedarse de forma maledicente con su buena colocación, sino con sus capacidades, para entender hasta donde llegó. Casó en 1537, en Valladolid, con Juana García de Oliván, hija del Secretario de la Inquisición, no dándose más detalles de esta unión, ni siendo esta determinante para su acceso como Cronista del Reino de Aragón el día 31 de mayo de 1548.
Un año antes de su acceso, se creó el cargo que ocupó Jerónimo Zurita por su valía y su entrega. Bajo permiso de los soberanos y Diputados de Aragón en lo que al Reino refería, se dedicó a investigar también la documentación del archivo real situado en Barcelona, lo que llevó a dar a conocer la situación acerca del Patrimonio Real, ganándose la confianza de Felipe II, entonces en Aragón como Felipe I. 
Los Anales de la Corona de Aragón son su obra más importante, comenzándose su publicación en 1562, más la segunda parte en 1578 y 1579, complementándose además con la publicación de los Indices rerum (1578), donde se hacía un seguimiento cronológico de los reyes, y la Historia del Rey Don Hernando el Católico (1580), un humanista e historiador que ejerció como arzobispo de Zaragoza y Virrey de Aragón entre 1566 y 1575, como representante de la Monarquía Hispánica. 
Otro cargo que también ocupó fue el Racional de Zaragoza, siendo nombrado así por Felipe II en 1571, y este cargo significaba ser el supervisor de la contabilidad municipal de la que era capital del reino entonces.
Falleció el día 3 de noviembre de 1580, siendo enterrado en el Monasterio de Santa Engracia. 
Su labor divulgativa era pareja a su deseo de buscar información a través de fuentes primarias - ya se sabe, de publicaciones directas - y de no confiar en lo establecido. Tal es así, que podría decirse que superó y por mucho a Hernán Núñez de Toledo, en lo que a divulgación cultural se refiriera, pues si Núñez de Toledo sentó las bases, Zurita las ensanchó y fue capaz de echar un poco de luz acerca de datos históricos que la gente ya no recordaba. Era el ideal del hombre renacentista: un inquieto que buscaba la divulgación, el conocimiento y la información.

                             JAVIER RAMOS BELTRÁN, A 07 DE JUNIO DE 2.020.

jueves, 11 de abril de 2019

Españoles olvidados (II). Manuel José Quintana, el poeta patriota.

Una de mis fuentes de inspiración para escribir esta bitácora y empezar mi labor divulgativa, y por supuesto, seguir con ella, aún a pesar de que arrecie la tormenta de bilis, envidia y resquemor contra todos los que representamos un resquicio de algo bueno, puro y bello, fue Manuel José Quintana, un escritor patriota, que combatió en la Guerra del Francés contra las tropas bonapartistas y que hasta el último día de su vida, fue reconocido como lo que fue, una personalidad única y distinguida de la historia de España, llegando a ser laureado como poeta nacional por la reina Isabel II, en un cuadro que Luis López Piquer inmortalizó en 1859, dos años después de su muerte, y que a día de hoy se encuentra expuesto en el Museo del Prado.
Su estilo literario se encuadra dentro del neoclasicismo, con claras influencias del prerromanticismo, como lo marcan una excesiva efusividad en sus obras o una marcada tendencia nacionalista. Sus obras más destacadas son: 

  • A la paz entre España y Francia (1795): escrita en plena guerra entre la España borbónica y la Francia revolucionaria que amenazaba los Pirineos. Quintana, aún a pesar de no ser un antimonárquico furibundo, si que comulgaba con los ideales revolucionarios, especialmente con los jacobinos, que posteriormente llegarían a España.
  • Al combate de Trafalgar (1805): oda animosa para la coalición hispanofrancesa, que lamentablemente, acabó derrotada en Trafalgar contra los británicos.
  • Colección de poesías castellanas (1807): síntesis de poesías castellanas.
  • La musa épica (1833).
  • El duque de Viseo (1801).
  • Pelayo (1805): Obra de teatro que le reportó un éxito enorme, versando sobre la vida del Rey Pelayo y su heroica actuación contra los moros. De gran inspiración neoclásica.
  • Vidas de españoles célebres (1807, 1830 y 1833): tres libros acerca de personalidades destacadas de la historia de España, una de las primeras enciclopedias biográficas, como tal, en nuestro país.
  • Cartas a Lord Holland (1852).
Manuel José Quintana nacería en Madrid, el día 11 de abril de 1772 -hoy es el 247 aniversario de su nacimiento- hijo de padres extremeños. Estudió Leyes en la Universidad de Salamanca, siendo discípulo de Don Juan Antonio Meléndez Valdés, y Filología en la Universidad de Córdoba. Fue amigo del "afrancesado" Gaspar Melchor de Jovellanos y de Nicasio Álvarez de Cienfuegos, con los que compartía un pensamiento liberal y nacionalista, y quiénes entre ellos comentaron, "este muchacho nos va dejando atrás". Ejerció también el cargo de censor de Teatros de la Corte desde marzo de 1806. Posteriormente, en la Guerra del Francés, pasó a integrar las milicias de ideología liberal y patriótica que lucharon contra las tropas francesas, ocupando cargos de magna importancia dentro de la administración liberal. Su beligerancia dentro del bando de la resistencia, le llevó a enemistarse con absolutistas y hasta con correligionarios liberales como Jovellanos, sin embargo su ímpetu fue determinante para la reunión de las Cortes de Cádiz, una impetuosidad que le condenaría al encarcelamiento en Pamplona al retorno del rey Fernando VII en 1814. No obstante, un año antes, participó en la redacción de un informe que preveía reformas como la auténtica libertad, igualdad y el acceso a la educación para todos, siendo esta el eje principal de todas las gestiones. Ese informe se bautizaría como "Informe Quintana", en honor a su principal promotor. Quiénes acompañaron a Quintana en la firma podemos enumerar a Martín González de Navas, José de Vargas Ponce, Eugenio de Tapia, Diego Clemencín y Ramón Gil de la Cuadra, que junto al escritor del que versa esta entrada, pertenecían a la Junta de Instrucción Pública. Y merced a su labor divulgativa, en 1814, ingresó como miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de San Fernando. A su liberación en 1820, dirigiría la Sociedad del Anillo, una sociedad que caería en desgracia en 1823, tras la derrota en la Guerra de los Tres Años de los constitucionalistas, y en la que se proponía un sistema de representación bicameral y una constitución siguiendo el estilo estadounidense, que concede plenos poderes al Jefe del Estado. Los "anillistas", al igual que los "doceañistas", desaparecerían prácticamente del mapa.
Pero esa militancia liberal y antiabsolutista no sería un impedimento para él en la España isabelina, donde su actividad se desenvolvió sin ambages y sin impedimentos. Empezando, en 1834, fue nombrado ministro del consejo real, dos años más tarde, en 1836, se convirtió en presidente de la Dirección de Estudios, e instructor de la reina Isabel II en 1840.
Muchas obras que hoy nos han sido legadas de él, las tenemos gracias a una publicación de sus familiares de 1872, Obras inéditas de Manuel José Quintana, que recogía poemas juveniles de este hombre, escritos durante su época universitaria.
Finalmente, Manuel José Quintana, fallecería en Madrid, el día 11 de marzo de 1857, siendo reconocido por sus coetáneos y lamentablemente olvidado por sus sucesores. Aunque visto lo visto, sería mejor el olvido, pues si alguien sacase a relucir sus textos, pronto pondrían de vuelta y media al difunto Quintana llamándolo "facha", "paleto", "racista" o "maleducado", insultos que yo, patriota y hombre de cultura, he tenido que oír cada dos por tres por mamotretos que en su vida han dado palo al agua y no saben como está el percal.
Mi conclusión acerca de este gran escritor, es que ya que en Estados Unidos ensalzan a su héroe literario nacional, Walter Whitman, que fue capaz de dotar a esa nación de un pasado mitológico y un civismo heroico, nosotros los españoles, con más historia, no podríamos ser menos con este gran hombre que hasta el último día de su vida sirvió a España, desde su patrocinio de la educación y la divulgación cultural.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Españoles Olvidados (I). Jerónimo de Ayanz y Juan Roget.

Quiero empezar una sección de "Españoles Olvidados", compatriotas que han hecho grandes cosas por nuestro país y que, desgraciadamente, tienen apenas dedicada una página en la historia. Hay muchos sin duda, encabezados por alguien que hace apenas cuatro años dejó de ser un desconocido y al que se le supo reconocer su valía, tras luengo tiempo adoleciendo en el patíbulo de nuestra historia patria, Don Blas de Lezo y Olavarrieta, de quién yo tuve el honor de hablar para Historiarum, y por supuesto, el honor de ser plagiado letra a letra por mi tocayo Javier Somalo en Libertad Digital. Pudiera ser casualidad o no, pero cuando yo empecé a hablar de este HÉROE, empezaron a salir libros sobre Blas de Lezo que se publicaban, se habló de la posibilidad de una época... Uno mira eso y se da cuenta de lo grande que puede llegar a ser un sentimiento y las ganas de entender y comprender.
Pues bien, un personaje histórico que yo ya conocía con anterioridad como era Jerónimo de Ayanz y Beaumont, ganó notoriedad en una cuenta de Instagram: @lahistoriaesmeme, a la que desde aquí le quiero mandar un saludo por la atención prestada, y sobre todo, por atender a mis peticiones.
Sin más dilación, hablemos de Jerónimo de Ayanz y de un coetáneo suyo, Juan Roget, otro pionero, pero este en el supuesto hecho de la invención del telescopio.
A rasgos generales, conocemos que Ayanz diseñó en bocetos los primeros modelos de una máquina de vapor y que se acabarían materializando en 1606, no sabemos si Thomas Savery los "tomaría prestados", pero de buena tinta sabemos lo parecidos que son ambos modelos. Era tanta la genialidad de este hombre que diseñó un submarino (como haría dos siglos después nuestro querido Isaac Peral) y una campana de bucear.
Por eso, se ha ganado el merecido apelativo de Da Vinci español, porque al igual que él, fue un polimata empedernido.
Jerónimo nació en la población de Guenduláin en Navarra en 1553, hijo de Carlos de Ayanz, capitán de guarnición de Pamplona, y Catalina de Beaumont, una noble francesa. Fue un destacado militar y de hecho, llegó a evitar una tentativa de atentado contra Felipe II, recibiendo de manos de este la Orden Militar de Calatrava. Su inventiva va acorde a su cargo de Administrador General de las Minas del Reino, cargo que detentó desde 1587.
Su primer invento, con función práctica, fue un sistema de desagüe para las minas mediante un sifón con intercambiador, en el que el agua contaminada debía de dar suficiente energía para que el agua acumulada en las galerías se elevara. Todo esto, lo hacía por dos problemas que las minas tenían en aquella época: contaminación del aire en su interior y acumulación del agua en las galerías. Este sistema fue la primera aplicación de la presión atmosférica, utilizando la fuerza del vapor de agua que ya se había utilizado con anterioridad por Herón de Alejandría, contando con la añadidura de que en la catedral de Reims y otras catedrales francesas tenían elementos parecidos. De un valor incalculcable es esta invención de Jerónimo, pues hasta medio siglo después no se descubrió la teoría de la presión atmosférica por Torricelli. Inventó también el "aire acondicionado" con este mismo efecto, ya que pretendió enfriar aire por intercambio con nieve y dirigirlo al interior de las minas, y los puso en práctica en las minas de Guadalcanal en Sevilla.
También una brújula que establecía la declinación magnética, un submarino (que originalmente era una bomba para desaguar barcos), bombas para el riego, molinos de rodillos metálicos, mecanismos de transformación del movimiento para poder medir el "par motor" (tendencia de una fuerza para girar un objeto alrededor de un eje) y que se retomaría en los siglos XVIII y XIX. Y por supuesto, un traje de buceo, probado por vez primera en 1608 en el Río Pisuerga, en Valladolid, por aquel entonces capital del reino y que fue observado con asombro por parte de Felipe III desde sus galeras. El traje de buceo, como curiosidad, fue previamente planeado y dibujado por Da Vinci. Falleció en 1613, y en el Archivo General de Simancas podemos ver algunos de sus bocetos, donde contemplamos avances técnicos que hasta el siglo XIX no se plantearon.
Resultado de imagen de Jeronimo de Ayanz bocetos
Este es el sistema utilizado en las minas, como podemos ver el nivel de agua de la mina que está acumulada llega donde el vapor, y como consecuencia de la presión, el agua sube. Cortesía de ebuenasnoticias.com






El siguiente del que hablaremos sera de un francés aficando en Gerona y con nacionalidad española, llamado Juan Roget, a quién algunos atribuyen la invención del telescopio, por una declaración testamentaria como principal base, donde decía que le legaba a su mujer, "una ullera llargavista" que bien podría ser un telescopio o una lupa, aunque la traducción del catalán al castellano no ofrece atisbo de duda "anteojo largavista decorado con latón".
Este testamento está fechado en 1592, veintidós años antes de la muerte de Roget. En verdad, no era muy díficil hacer un telescopio o "elemento de espiar" por aquel entonces, cualquiera podía con lentes cóncavas -la mirilla- y convexas -el objetivo- construir un catalejo, de hecho desde 1286, primera datación, se tiene constancia que se hacía en Italia. La primera aparición de Roget es de un libro publicado por un viajero italiano en 1612, quién hacia referencia a él como un viejo maestro de lentes gerundés que le había enseñado un telescopio enmohecido y los bocetos de su construcción, todo en una época en la que había una gran polémica por la invención del telescopio, ya que se le atribuía (y se le sigue atribuyendo) al alemán Hans Lippershey, aunque apareció gente como Janssen, Metius y otros tantos desconocidos con un invento que alcanzó tanta popularidad, llegando a ser el instrumento de Galileo Galilei, que lo utilizó para descubrir las fases de Venus o los cuatro satélites principales de Júpiter. Como vemos, ya entonces había polémicas hasta con un instrumento que no estaba tan desarrollado como ahora y que no era tan magnificiente, aunque si igual de práctico (o más, porque lo descubierto por Galileo ha trascendido las épocas aún a pesar de nuevos descrubimientos).
El objetivo de todo esto es callar la boca a todo aquel que intenta desprestigiarnos a los españoles y a nuestra genialidad. Fácil es ir vociferando como un imbécil que un riojano pegó un palo a un mocho y lo llamó "fregona" o de la invención del futbolín, sí, eso se inventó en España y es de utilidad, sobre todo esto último, especialmente para los críos garrulos y señoritingos orondos que mientras se distraen echando una monedita para jugar un imaginario Mandril-Farsa no dan por culo en el agua de la piscina. Pero el submarino de Peral, el autogiro de De La Cierva y las incalculables invenciones del navarro ilustre, eso también es nuestro, es útil y primigenio. Y si injusto se fue con Blas de Lezo, con Isaac Peral, de quién quiero hablar en esta sección y ocupará un puesto de prestigio, se rebasó la línea de la injusticia y la inquina, pues no vendió la patente del submarino ni a ingleses, ni a americanos, ni a alemanes, pudiendo hacerse de oro, solo por su amor a España, una (anti)España partitocrática y corrupta que lo rechazó por no considerarlo útil.
¡Felices Fiestas a todos y Viva España!
Fuentes:
El País (elaboración de la biografía de Juan Roget)
ebuenasnoticias.com (bocetos de Ayanz)

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