domingo, 22 de diciembre de 2019

Joven agricultor, que te entregas a luchar

Iusnaturalismo, ley natural, sistema al que Cicerón dio nombre y que realmente, era el principal ordenamiento jurídico de la Roma republicana que luego mutaría en el imperio, ya que su código civil hacía también las funciones de Constitución, leyes mercantiles, administrativas, tributarias y penales. Quién sabe si el iusnaturalismo está ligado con la sabiduría de Jesucristo que pregonaba, “mi reino no es de este mundo”. Y es que por mucho que la humanidad se empecine, la auténtica legislación no la dictan escritos, papeles o soflamas, la auténtica legislación es dictada por la naturaleza y el devenir de los acontecimientos. Para abreviar, sentido común. Algo que durante los años se ha ido perdiendo, por ese fútil intento humano de querer ir contranatura. Mi padre, Don Javier Ramos García, licenciado en Derecho y Administración de Empresas, en aquellas épocas en que las universidades valían la pena y estudiaba ahí quién con esfuerzo y merecimientos se lo ganaba, muchas veces me lo dice, “mi legislación es la natural, la del sentido común”. Y no dice menos, como decía Cicerón a su hijo Marco en “Los Oficios” – obra de obligada lectura para los púberes más que esas necedades de “Teo aprende a…” -, la máxima que cerraba mi anterior entrada y que yo a todas horas me aplico, “la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”. Sobradas razones di en mi anterior entrada para defender la agricultura, la ganadería y demás actividades del sector primario, respetándolas como a todos los oficios, que yo abreviaré únicamente en fortalecimiento de las costumbres utilitarias como establecía Cicerón en esta famosa obra que les menciono, una sana y recomendable vuelta a los orígenes y a la sangre para el favorecimiento de un reencuentro con el individuo mismo y también, por productividad, porque tradicionalmente, España ha sido eminentemente telurocrática, y como ya hablé en una entrada de mi proyecto de divlgación cultural “Cultura Hespéride”, la unión de España es la unión entre dos Españas: la telurocrática Castilla y la talasocrática Corona de Aragón; con matices, pues Castilla tenía la Hermandad de las Marismas en Cantabria - que no es Castilla sino que existía mucho antes y su capitalidad original no era Santander - y Vizcaya, y el Reino de Aragón tenía una Aragón dedicada al pastoreo y al cultivo de vinos – más propio del Maestrazgo castellonense y turolense – y una Corona de Valencia dedicada a la expansión marítima por el Mediterráneo.¿Quiero señalar aquí la españolía de la agricultura? Pues no es un ejercicio chovinista lo que estoy haciendo, pero en cierto modo, sí la señalo, porque la agricultura, la ganadería y demás actividades del sector primario son más españolas y más señas de identidad que el flamenco, la tauromaquia o las siestas. No es chovinismo, ni patriotismo de pulserita del que se gastan los liberales borbonistas setentayochistas, es ajustarse al rigor histórico. Los cítricos de la costa levantina y almeriense, especialmente las naranjas valencianas y los sempiternos limones murcianos son conocidos y ampliamente consumidos en el exterior, por no hablar de la influencia de la variedad bobal de uva que se introdujo en California y el sur de los Estados Unidos, como ya hablé en la anterior entrada. Y ahora, un poco “fuera de contexto”, por mucho que Estados Unidos sea la heredera política de la administración de las 13 colonias británicas que la conformaron, en su heterogeneidad de costumbres, dominan las de influencia españolas como los purasangre o mustang, el Día de Acción de Gracias o la barbacoa. El discurrir de este artículo – pensarán ustedes, avezados lectores - es la vinculación del orgullo de ser español con el glorío que supone la dedicación y laboriosidad del trabajo en el campo y otras actividades del sector primario. Y no van tan desencaminados.
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De todos modos, oteen una vez más el título de mi artículo que es “Joven agricultor, que te entregas a luchar” y que seguramente hayan leído con el tono de la “Canción del Legionario”. Básicamente porque los agricultores somos eso, legionarios telúricos, que intentamos aprovechar con total tino todo aquello que la naturaleza nos provee, que participamos decididamente en la mejora del ecosistema y que luchamos de forma disidente, desinteresada, irreverente y sin un estratosférico presupuesto contra un Estado que humilla y denigra a sus ciudadanos, contra una Unión Europea que desde Maastricht pasó de ser una entidad supranacional a ser un estado que va eliminando – y así lo reconoce el primer artículo de la mal llamada “constitución europea” – las diferencias entre las naciones – y se refiere a diferencias de soberanía no a desigualdades, no nos engañemos - y que ha provocado que nuestros vinos se vendan como vinos de Burdeos porque da más realengo, que agricultores valencianos hayan tenido que aplastar sus naranjas que tanto sudor, sangre y lágrimas les ha costado porque la Unión Europea – que ya les gustaría a ellos ser descendientes de Atenas, de Roma o de aquel puñado de españoles que resistieron en Covadonga contra el ‘moro invasor’ – tiene firmados convenios con Sudáfrica y Marruecos que les traen las naranjas más baratas generando depreciación y falta de competencia, más bien competencia desleal, y por no hablar de aquellos camioneros y tractoristas que tenían que cruzar día a día la frontera con Francia para vender sus productos, confiando con buenas intenciones en aquello llamado espacio Schengen y que eran saboteadas por los gendarmes franceses. Los mismos que daban cobijo a etarras y les señalaban donde iban a actuar nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los mismos que ante la culpable pasividad de Bruselas esclafaban naranjas, uvas y olivas, y provocaron que muchos que perdieron navidades enteras junto a sus seres queridos, perdieran también la dignidad. Porque no solo se pisotearon cultivos que costaron sangre, sudor y lágrimas, que costaron callos, sabañones y picaduras de tábanos, se pisoteó el ímpetu y el espíritu de salir delante de aquellos esforzados individuos.Y esto, amigos míos, es la Unión Europea que sale del Tratado de Maastrich promulgado el 1 de noviembre de 1993, aquel que introducía la primacía del Derecho Comunitario en todos los ordenamientos jurídicos nacionales, y que casualmente era algo que Francia, la República Federal Alemana e Italia podían saltarse si querían, teniendo más validez cualquier decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que las de los tribunales nacionales, no siendo la decisión de ayer de sentenciar que Junqueras era eurodiputado al momento de la sentencia del Tribunal Supremo de octubre, la conocida como “sentencia del procés”, y que por tanto gozaba de inmunidad parlamentaria, facilitando que Puigdemont y Comín, también encarcelados, puedan acogerse a esa medida, la única vez en la que España se ha visto perjudicada por esas decisiones. No es algo ilegal, porque el Derecho Comunitario así lo establece, pero ya hablando de veleidades morales, sí que es bastante asqueroso y traicionero.No únicamente la disolución de toda soberanía nacional, de buscar globalizarse a pasos agigantados a través de una élite masona controlada por Soros – quién va a intentar boicotear por todos los medios el ‘brexit’ tras una investigación que el premier Boris Johnson va a abrir contra él y que ya tiene prohibida la entrada a la Hungría de Orban por sus sucios tejemanejes – y de pisotear a los países del sur, conocidos en inglés con el acrónimo de PIGS, sabiendo ya ustedes que en la lingua franca de la Unión Europea significa cerdos, y no únicamente nos ponen a nosotros españoles y a nuestros hermanos íberos, no es sorpresa que pongan a italianos y a griegos también, no únicamente por el desprecio que sienten a esas Roma y Atenas de la que dicen descender los eurócratas, sino por haberse endeudado obscenamente. Ponen también a Irlanda que en 2010 sufrió un rescate y que su crecimiento en 2010-2011 fue el más ralentizado de toda Europa con un 0.2 pero a cinco centésimas de España, que se situó en el 0.25, y hasta han osado hacerlo con el Reino Unido, que ya viendo que este envite no va con ellos van haciendo la del avestruz, ocultar la cabecita y que todo el vendaval les pase. No, aparte de esas tres premisas despreciativas está el de destrozar todo tipo de iniciativa y de genialidad que retoñe en cualquier europeo autóctono. La disolución de la soberanía nacional a través del eufemismo de la “cesión”, de las patrias, es solo la punta del iceberg, esta institución quiere que todos los jóvenes estemos aborregados, quieren destruir más de 3000 años de arte, de configuraciones políticas y jurídicas de las naciones a través de sus costumbres y sus particulares idiosincrasias, de recogimiento familiar, de bondad y en definitiva, de todo lo natural. La naturaleza de las cosas, ese es el mayor enemigo del globalismo, y arremeterán contra ella, porque ellos piensan que sus arbitrarias leyes están por encima de los designios de la naturaleza. ¿Y qué puede ser la máxima expresión de ‘iusnaturalismo’ y vivir conforme a los designios de la naturaleza? El emprender, la iniciativa personal, el salir adelante nada más que por nuestro espíritu. Saben que la primigenia Europa de Platón, Sócrates y Aristóteles, la de Gregorio Magno, Ambrosio de Milán o Isidoro de Sevilla, surgió por el empeño en salir adelante y por interpretar el devenir de los acontecimientos, y ellos no, nos quieren tener esclavos. Y como ya avisé en la anterior entrada de “Agricultura. Disidencia contra el mundo contemporáneo” su primer objetivo de destrucción es el desagradecido y excesivamente azuzado sector primario. 
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Dicen que la Política Agraria Común nació para hacer una agricultura fuerte y competitiva. Pues más equivocados no pudieron estar quiénes, con buenas intenciones, les creímos, pensando que nuestro trabajo se vería reconocido y bien compensado. En mayo de 2018, se intentó hacer una nueva Política Agraria Común, que entre sus nuevo puntos citaba unos de los más destacados y más incumplidos: “Aumentar la competitividad y mejorar la orientación del mercado. Mejorar la posición de los agricultores en la cadena de valor. Conservar la naturaleza y los paisajes. Atraer a nuevos agricultores y facilitar su desarrollo empresarial. Promover el empleo, el crecimiento, la inclusión social y el desarrollo local en las zonas rurales”. Todo inmediatez, palabrería vacía y demagoga. Del primer punto, nos tenemos que reír los vendimiadores de Utiel-Requena y los naranjeros valencianos por no llorar, ya que desde la UE se permite un oligopolio y un falseamiento de nuestros productos, haciéndolos pasar por otros o depreciando hasta tal punto de que no valga la pena recoger el grano de uva o la naranja. Del segundo punto decir que los agricultores seguimos ocupando una posición precaria y abandonada, no sabemos en qué se ha mejorado. Del tercer punto nos tenemos también que reír por no llorar, la mafia sorosiana que ahora se ha apuntado a lo del cambio climático cuando los que vivimos del campo llevamos alertándolo largo tiempo mientras se nos tildaba de locos, es la misma que permite que se expropien tierras de forma arbitraria o que se destruya patrimonio artístico, y por supuesto, toda forma de auspiciar el crecimiento en esos ámbitos decrece a niveles insospechados. En el cuarto punto, dicen de atraer a nuevos agricultores los mismos que han plantado la semilla perfecta para que no pueda crecer esta profesión y lo del desarrollo empresarial, con unas subvenciones irrisorias, acaba por coronar ya el dislate supremo. Pero es que el quinto no se queda atrás, ni se ha promovido el empleo por parte de las instituciones comunitarias, ni nacionales, ni locales; no hay visos de crecimiento, únicamente de palos en las ruedas; luego está lo de la famosa inclusión social, argumento demagógico que utilizan para tapar la inhumanidad de su política neoliberal; y lo del desarrollo local en las zonas rurales es de una risión tremenda, como si los municipios, especialmente los españoles donde siempre ha habido una política municipalista y localista arraigada que funcionase a la perfección, no pudiesen avanzar por ellos mismos. Las conclusiones que podemos extraer de esto es que la Unión Europea es una chantajista tremenda, con un paternalismo preocupante y que hace que todas las mentes piensen que si España saliese de la Unión Europea estaría en peor situación que Argentina o Venezuela. Como si esta despreciativa U€ no nos hubiera convertido en un país de servicios, turismo y parranda, cuando éramos la octava potencia mundial y había pleno empleo. Y finalizados mis desfavorables pensamientos acerca de la Unión Europea, unión del capital y de lo más sucio del neoliberalismo, es hora de que reflexionemos un poco y de una manera muy sesuda y sentida. El ‘iusnaturalismo’ del que Cicerón fue su máximo exponente y que tiene como opera magna la obra “De officiis” iguala a humanos y a dioses, pone de manifiesto las cuatro partes que ha de tener una persona honesta que son la justicia, la sabiduría, la fortaleza y la templanza, y por supuesto sublimaba lo útil a la honestidad no diferenciándolas pero dando a entender que la mayor utilidad ha de servir al bien común. Pues bien, esta obra de gran calibre filosófico, histórico y utilitario, influenciado por el estoicismo griego y que bebe de las costumbres romanas que eran la principal fuente de derecho, hoy en día es mancillada y despreciada, pero no únicamente la obra en sí, sino los contenidos que tiene. Hoy en día, parece ser que la mayor virtud es gandulear y vivir de los padres o de los impuestos de gente honesta. Existimos los que desde jóvenes nos han inculcado nuestros padres la importancia del trabajo duro y el continuar con ello. Yo no voy a desmerecer a fontaneros, carniceros, panaderos, camareros, barrenderos, limpiacristales, profesores, médicos, policías y demás profesiones, y no lo voy a hacer, porque todas tienen un fin “honesto-utilitario” teniendo su necesaria cabida en la sociedad, bien por cuenta propia o a cuenta ajena. Los pequeños comercios de carnicería, verdulería, pescadería o los sempiternos colmados que eran supermercados más pequeños y con más solera, con más contacto, o los negocios de los amigos y conocidos, son también necesarios en una sociedad activa y sana, utilitarismo y honor a raudales. ¿Quién puede darle una concepción negativa al trabajo? Correcto. Las culturas semíticas como la judía o la islámica, o simplemente aquellas que tergiversaron los legítimos ideales ilustrados hasta el punto de ver al trabajo como algo indeseable y esclavista. Esclavista hasta que ellos necesitan una mano de obra barata y aborregada, como en China o en su día, la Unión Soviética. Otros simplemente quieren vivir un Edén en la Tierra, con la excusa de que el trabajo humilla, esclaviza, deshumaniza y miles de epítetos negativos y falsos.Los hay que vemos en el trabajo bien hecho, en los oficios donde se echa todo el aliento, la mayor realización del ser humano. ¿Es esto una exaltación del capitalismo desenfrenado? No. Ni mucho menos. Esto es entender el oficio, la realización humana, como un arte. No sabemos que se le puede hacer a los que como yo, no podemos estar ningún momento mano sobre mano, porque consideramos que la utilidad humana, que la utilidad etérea está por encima de todo.Recuerdo cuando yo era pequeño, tenía una inusitada admiración por Leonardo da Vinci, Diego de Velázquez y Rembrandt. Quería ser pintor, me gustaba pintar, incluso daba guerra para ir al Museo del Prado, accediendo siempre mis padres a llevarme en fechas señaladas como en Navidades o en las vísperas de mi cumpleaños. Eso era lo que a mí me gustaba y para lo que yo iba encaminado, si el devenir de los acontecimientos no se hubiese interpuesto. En lugar de Bellas Artes, estudio Derecho y Administración de Empresas, y me parece una carrera excelsa donde puedo desarrollar todo mi potencial sin dejar de lado mis inquietudes artísticas, que son en cierto modo mi idiosincrasia y mi propia entidad. Y desde pequeño, a la viña, al campo, a varear oliva o donde fuese. Recuerdo cuando yo era muy pequeño, el estar en mi aldea, San Juan, esperando con alborozo la llegada de mi abuelo Ramón, QEPD, con el tractor. Incluso, me subía con él en el asiento del conductor, a sus espaldas en el tractor y mis primeros juguetes – que no tuve muchos, puesto que yo jamás fui un niño mimado y no estaba yo por la labor de los juguetes y demás – fueron tractores de juguete. Que tiempos aquellos. Realmente, fueron hace casi veinte años, pero entonces la gente era más buena y nos respetábamos todos, ahora lo que hay son ofendidos, llorones y vagos por todas las esquinas. ¿Quién sabe? Quizá el amar la agricultura sea no solo reclamar una legítima vuelta a los orígenes, quizá sea por mi parte el volver a una infancia que prometía mucho.Porque al fin y al cabo, joven agricultor, no es únicamente una titulación expedida que confiere privilegios a quién se acoge a ella, joven agricultor es un modus vivendi especial, que se lacta desde muy joven. Mi padre, antes de empezar la carrera universitaria, se fue con diecisiete años – hablamos del año 1977 – junto a su padre y otra peonada de voluntarios de San Juan hasta Barcelona, para trabajar vendimiando la uva cava. A mi padre como era de los jóvenes, se le asignó en un principio el trabajo en el campo, pero debido a sus dotes para las cuentas – era muy bueno para las Matemáticas Financieras – y su resiliencia de compaginar ambas actividades, acabó trabajando como una especie de improvisado contable. Buenos recuerdos también de una Cataluña en la que no se agitaba tanta tontería y bastante más acogedora, aún a pesar de una burguesía que ya regurgitaba ese clasismo que desembocaría en el secesionismo catalán, con el que venía de fuera. Mi padre, “el noi del Madrit” y “el castellà”, era muy respetado por sus superiores. O mi madre, que primero se licenció en Magisterio, llegó a ejercer un año de maestra en prácticas y empezó la carrera de Ingeniería Agrícola, licenciándose en 1993. Mi madre que también desde muy joven vendimiaba, vareaba oliva, cortaba hierbas o quitaba cardos, como tantas personas en esta comarca, y que por si fuera poco, ayudaba a mi abuelo, el famoso Lupicinio Beltrán en las taquillas del Cine Capitol o de la discoteca que poseían, incluso en los famosos “Huevos Yuca”, empresa de mi abuelo de venta de huevos. Y ese es el resumen de mi familia, “jóvenes agricultores” y que jamás cejaron en su empeño ni en su resiliencia de mejorar. Y eso fue lo que me enseñaron, la importancia del trabajo duro, a no rendirme nunca, a ser una persona no valiosa en capital, sino valiosa en corazón y en espíritu. Poco importa si tienes muchas posesiones o mucho dinero si luego como persona eres peor que un saco de basura, pero si eres una persona buena, honrada y que no se da por rendida aún así caigan chuzos de punta, todo lo malo que te pase te compensará por lo bueno que te ocurrirá por tu espíritu limpio y bueno . Por eso, tanto a mi como a mi familia, nos ofende sobremanera el que se digan que las tractoradas convocadas contra la depreciación del grano de uva se tratan de cabalgatas de tractores, o que haya programas a todas horas en donde a los agricultores se nos deja de paletos, de endógamos y de zafios. En la tierra de dos excelsos ministros de Agricultura como lo fueron D. Cirilo Cánovas, que dio el pistoletazo de salida a los famosos pantanos de Franco y a numerosas ordenanzas de montes, y D. Jaime Lamo de Espinosa, quién siendo Ministro llegó a presidir la Conferencia Mundial de la FAO y la Conferencia de Ministros de Agricultura de la OCDE, todavía queda mucho haragán a quién no vendría mal el que se le aplicase la Ley de Vagos y Maleantes. O que en el artículo 510 del Código Penal, que regula los delitos de odio, se nos pueda considerar a agricultores, ganadores, pescaderos, apicultores y demás que trabajamos en el sector primario como uno de esos grupos contra los que a cualquier promoción directa o indirecta de odio, hostilidad, discriminación o violencia, supone que pueda encarcelarse a los que con toda la ligereza y pensando en que hacen gracia, ofenden nuestro esforzado trabajo. No puede ser que si dices algo contra los musulmanes, nuestros sempiternos enemigos e inadaptados a las costumbres occidentales, tengas que estarte cuatro años – como mínimo – en la cárcel y que quién nos ofenda a los que trabajamos de sol a sol tenga reconocimientos. ¿Pero saben que reza el título que encabeza este artículo? “Joven agricultor, que te entregas a luchar”, pues aquí viene mi cantinela, igual que la “Marcha del Legionario”: “Joven agricultor que te entregas a luchar y a la Diosa Deméter brindas tu beneficio, pues tu cosecha es laboriosidad”. Queremos una juventud sana, fuerte y decidida, que entreguemos y consagremos nuestra vida al trabajo duro y esforzado, a engrandecer nuestro espíritu, a engrandecer a nuestros familiares, a todos quiénes nos rodean. Creánme, avezados lectores, si les digo que yo pertenezco a ese reducto de jóvenes que prefiere la belleza de un buen cuadro – y pintarlo más -, de una excelsa narrativa y de una deleitosa sinfonía, a ese reducto aún más pequeño de jóvenes que trabaja de sol  a sol, empalmando con días de estudio. Mientras mis compañeros de Facultad hacían sus jueves universitarios empalmando bacanales en discotecas con clases por la mañana, yo vendimiaba a altas horas de la madrugada, iluminado por una linterna y la vendimiadora de mi padre, mientras al día siguiente yo había de presentar a primera hora una práctica o un ejercicio de la asignatura que fuese. Queremos una juventud que no se abandone a los vicios mundanos de la drogadicción y de la lujuria. Es deprimente ver a jóvenes que van lobotomizados a casas de apuestas o a baretos y caen en la ludopatía. Prohibamos los casinos y demás lugares que inciten a la ludopatía. Prohibamos también los lugares de alterne y el cultivo de marihuana, estas dos últimas conductas inhumanas que desnortan a la juventud. Preferimos una sociedad en las que haya callos en las manos de tanto darle a la azoleta y no manos empequeñecidas de tanto onanismo improductivo.No quería acabar esta entrada, sin permitirme el citar, quizá de un modo profano, al almeriense más universal y reconocido, D. Manolo García Escobar, que decía que era – como yo y como muchos – “moderno pero español”, y que ser español, “es tanto como reírse del mundo entero, menos de Dios”. Y como decía Ramiro Ledesma Ramos – no es mi primo, aunque mis antepasados bercianos por el Ramos bien pudieran tocar con los suyos de Alfaraz de Sayago – “únicamente los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria”. Yo como no soy un ricachón, ni vivo de las rentas, ni me pongo a gimotear, ni a victimizarme, pues tengo que quedarme con mi Patria y con mi Familia, las dos cosas más honorables que quedan en este mundo, y que la Providencia y mi buen hacer las guarde durante mucho tiempo.Pediría también que igual que hicieron los valerosos mineros astúres en 2012 llegando hasta Madrid para reivindicar sus legitimos derechos y que se les reconociese su duro esfuerzo en la mina, hiciéramos los agricultores lo mismo. Una tractorada masiva hasta la sede del Ministerio de Agricultura que está a cuatro minutos del Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo, tan icónica. Y que se inspire en la que se hizo en Francia para protestar contra Macron. Protestas que llevaban la enseña nacional. Allí la tricolor, aquí una rojigualda que se escupe, se mancilla y se compara con una monarquía indecente, cuando la bandera representa a las personas que en la nación pueblan y se esfuerzan con decisión para sacarla adelante. No tengamos miedo de sacar la rojigualda o el Aspa de Borgoña, bandera de un pasado imperial, de una “unidad en destino de lo universal” para protestar por nuestros derechos. Para que los agricultores seamos tomados en serio y se vea que nosotros somos la auténtica mano invisible que hace avanzar esta sociedad. Y mis dedicatorias para finalizar esta década de madurez y crecimiento van para para mis padres, mis abuelos, y, en definitiva, para todos los agricultores de la zona. Pero no únicamente buscaba dedicarle esto a la gente buena que siempre confió en mí, se lo quería dedicar a mis más enconados enemigos.
  • Y a otro sinfín de personas más, que por ser disidente y no comulgar con los dogmas del pensamiento único, por pensar según mi arbitrio, equivocándome y acertándome a parejas situaciones, me despreciaron y me hicieron de menos. Insultos como facha, paleto, aldeano y demás, retumban en mí, pero no para hacerme daño, sino para saber que del odio de esa gentucilla de medio pelo yo avanzaré hasta límites insospechados.
Y, bueno, estas son mis dedicatorias para la gente buena y honrada, y para los personajillos de poca monta, a los cuáles no les guardo rencor, porque yo a diferencia de ellos, sé perdonar y soy decente. Decirles que su propósito era el verme destruido, enfangado y que me encharcase, que no avanzase, y finalmente, salí adelante. Si queríais verme derrotado, si queríais que yo pensase que era un bulto que era necesario ser extirpado, aquí me tenéis, dando guerra por lo bueno y justo, y si queréis renuevo mi contrato hasta dentro de un lustro, en 2024. Allí ya veremos. Quiero anunciar también, si se tiene a bien, la fundación de un sindicato agrícola y patriota, la A.N.A., la Acción Nacional Agraria. Algo que llevo incubando en mi interior desde hace tiempo y esperemos se materialice en algún momento.¡Saludos y Feliz Navidad, camaradas y lectores!
Les habla D. Javier Ramos Beltrán en Requena a 22 de diciembre de 2019.

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