miércoles, 17 de noviembre de 2021

Otra vez triunfa la barbarie, otra vez triunfa la ética antiestética



María del Pilar Alegría Continente, ínclita ministra, paladín de la mediocridad, promotora de las desigualdades y defensora de la mezquindad, a imagen y semejanza de María Isabel Celaá Díeguez

La Ley Orgánica 3/2020, del 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, del 3 de mayo, de Educación, tiene amplísimas aristas y no hay que quedarse únicamente en las más que evidentes reformas legislativas que tras ella subyacen, sino más bien en esa aplicación de la perversa Agenda 2030, la sanción iuspositivista de esa amalgama globalista y disolvente que Aldous Huxley describía en "Un Mundo Feliz", en un hobbesianismo que degenera en el peor de los orwellianismos. Así lo dice en el preámbulo de este texto legislativo. Y ante esta evidencia, lo que no puede hacer uno es caer en la ilusión de que la Agenda 2030 no sea una agenda política y antihumana, cuando resulta más que evidente.

Pero en el histórico legislativo de las leyes educativas en España no se ha tenido suerte, y esto podría hundir sus raíces incluso a la época del siglo XIX, época en la que los padres llevaban únicamente a los niños al colegio cuando llovía o cuando tocaba. Entonces, era muy díficil desligar algo tan sensible como la educación de entes anquilosados y cuando a mediados del siglo XIX, aparece el Plan Moyano en 1857, que reforma una anterior ley educativa de 1845, que estipula que la educación es un asunto de estado y buscó un consenso - ya por entonces imposible - entre determinadas formaciones políticas, aunque lo único que consiguió el bovedano - de Bóveda de Toro, Zamora - Claudio Moyano y Samaniego, aún a pesar de sus buenas intenciones, fue únicamente la división del sistema educativo en tres etapas la enseñanza como la Enseñanza Primaria, Enseñanza Media (con el establecimiento de institutos de bachillerato y las escuelas de magisterio sitas en cada capital de provincia, así como la concesión al clero de centros concertados) y Enseñanza Superior, en Universidades y reservada al Estado.

Hasta la Ley General de Educación - nombre común de la Ley 14/1970, del 4 de agosto - esta fue la principal ley educativa, que además era una Ley de Bases, que, por tanto, delegaba en el Ejecutivo la potestad legislativa a la hora de elaborar un texto articulado. No obstante, no había objetivos delimitados. ¿Se buscaba universalizar la educación? ¿Se buscaba consolidar conocimientos? Y, por encima de todo, ¿se encargaba de formar, en igualdad y reconocimiento de la genialidad, a los jóvenes? Parece ser que todo eso se presuponía, pero aún a pesar de 'universalizar' la educación, no existía la libertad de cátedra, y se pasaba de una excesiva dependencia de la Iglesia Católica - cuya influencia no menguó - a una respecto del Estado, que en un alarde roussiano de búsqueda de la voluntad general, quiso formar a una nueva élite estatal que amase al Dios Estado. El teísmo estatal.
Karl Christian Friedrich Krause, filósofo alemán postkantiano - pero que bebió de su idealismo - y masón - de cuando los masones no se dedicaban a destrozar civilizaciones enteras -, promotor y difusor del panenteísmo, que preconizaba que Dios reabsorbía los "tres términos del mundo": naturaleza, espíritu y humanidad, y creador del krausismo, que consagraba la libertad de cátedra y enseñanza, desarrollando una especie de 'liberalismo espiritual y regenerador' 

Sólo cuando el krausismo llegó a España de mano de Francisco Giner de los Ríos, tras la vergonzante Noche de San Daniel el 10 de abril de 1865 y la 'Segunda Cuestión Universitaria' plasmada en el Decreto Orovio del 26 de febrero de 1875, pudo verse un pequeño halo de luz y una pequeña esperanza de que quizá todo iba a mejorar. La Institución Libre de Enseñanza, tan denostada por los sectores más reaccionarios y falsamente tradicionalistas, se encontró con muchas trabas, siendo la principal la acusación de ser una institución liberal, cuando realmente fue una institución libre - y no únicamente, a efectos nominales - que no dependía del Estado, ni del clero, ni de ninguna otra organización, el primer intento de educación pública a gran escala. Y sí, fue privado, pero no elitista. Privado porque no recibió financiación, ni altavocía política, religiosa o institucional. Huelga decir que entre sus fundadores, nos encontramos a Francisco Giner de los Ríos y su hermano Hermenegildo, Gumersindo de Azcárate, Nicolás Salmerón, Augusto González de Linares o Federico Rubio entre otros, que tras la Restauración Borbónica en 1875, fueron depurados por su afección liberal, merced a la ominosa Circular de Orovio, que prohibía la enseñanza no ceñida al clero.

Seis años más tarde, en 1881, alumnos formados en la ILE, pasaron a ser profesores de esta institución, tales como Ricardo Rubio, Pedro Blanco, José Ontañón, Pedro Jiménez Landi, Ángel do Rego o Manuel Bartolomé Cossío, el sucesor de Giner de los Ríos, al frente de la ILE. Como consecuencia de este afianzamiento de la Institución Libre de Enseñanza, así como de servir de contrapeso a los poderes fácticos y anquilosados, siendo el preludio necesario de la creación del Museo Pedagógico Nacional y la Junta para Ampliación de Estudios, dirigida por José Castillo Duarte - manchego de Ciudad Real -, que daba la posibilidad de becar a alumnos sobresalientes y geniales al extranjero, sin importar la adscripción ideológica que pudieren presentar.
Pero, por encima de todo, es destacar la defensa que hacían de una espiritualidad y no de una ideología, como se puede manifestar en su código deontológico como el enseñar a hacer las cosas (pedagogía de la intuición), la eliminación de exámenes y el tener en cuenta el trabajo continuado de los alumnos (cuanto se hubiese precisado esto en la Universidad), el cómo educar y la correcta formación no ya en letras y números, sino también en educación y respeto.

Cuantas generaciones de españoles abrieron sus mentes y cuantos centros educativos se abrieron, cuantas personas en un país con nula industrialización y con una precaria agricultura empezaron a crecer en una concepción de que la vida no había que vivirla únicamente como un mero fin nutricio, sino como sujetos de Derecho, como gentes iniciadas en arte y cultura. 

Aquí en Requena, tuvimos los más claros ejemplos de D. Ramón Práxedes Gil-Orozco Bastidas - un hombre talentoso con la guitarra como así acredita "Recuerdos de Pernambuco", fundador del Diario "Iberia" que sirvió de nexo de unión entre los hispanodescendientes de Brasil y que además tenía una grafía hermosa -, de D. Venancio Serrano Clavero o 'Cleto' - un poeta descendiente de turolenses que fue el azote de los caciques - o mi antepasado D. Fernando Martínez Checa - también turolense como 'Cleto', concretamente de Villar del Cobo, un pintor excelso -, como alumnos de esta Institución Libre de Enseñanza. Por fin parecía que España volvía a ser cuna de artes y de ciencias, lo necesario para encarar el fin del Imperio, un fin que llegó por gobiernos débiles y una sociedad acomodaticia.

Destaquemos también a las mujeres - 'institucionistas' - de este organismo, tales como Laura García Hoppe, María Juana Moliner Ruiz - la escritora del Diccionario del uso del español -, Gloria Giner de los Ríos García, María Zambrano Alarcón o Carmen García del Diestro Nardiz, quiénes tuvieron un papel bastante importante para la consolidación de una educación libre y descastada en España, quiénes fueron la prolongación de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, creada en 1870, por el pedagogo leonés Fernando de Castro Pajares. 

Y de una institución en la que se educaron los hermanos Machado, dos excelsos literatos, así como también colaboraron Charles Darwin, Bertrand Russell, Benito Pérez Galdós, María Montessori - la precursora de ese método que promovía el trabajo autónomo en los niños y la observancia por parte de los maestros -, Emilia Pardo Bazán, Eugenio D'Ors, Gabriela Mistral o Juan Ramón Jiménez, salieron avances pedagógicos, científicos y académicos, que superaron a los de otros países occidentales. Y era normal que entre los desposeídos, los hijos de aquellos que estaban condenados a seguir siendo pobres, saliera algún genio que desafiase a un sino que no le correspondía.

A destacar también los decretos de Romanones, en los que se renombraba a los Institutos Provinciales de Segunda Enseñanza como Institutos Generales y Técnicos, estableciendo en sus enseñanzas: Estudios generales del Grado de Bachiller, estudios elementales y superiores del Magisterio de Primera Enseñanza, estudios elementales de Agricultura, estudios elementales de Industrias, estudios elementales de Comercio, estudios elementales de Bellas Artes y enseñanzas nocturnas para obreros (precursora de la FP). En la Segunda República, se encallaron los avances, aún a pesar del reconocimiento del estudio y enseñanza de las lenguas cooficiales y la creación de Misiones Pedagógicas por parte de Manuel Bartolomé Cossío, pero a su vez, se garantizó la consagración de la Educación Pública, siendo una lástima que un régimen tan politizado y sanguinario como el 'segundorepublicanista' fuese en contra de estos avances. 

El franquismo dijo inspirarse en San José de Calasanz y las Escuelas Pías, la primera escuela pública universal, y en el fondo lo que hizo fue revocar todos los avances que con anterioridad se hicieron, fomentando un clasismo, en el que los hijos de familias desfavorecidas iban a Escuelas Nacionales - en las que el clero participaba demasiado - y los hijos de las familias pudientes iban a escuelas privadas, yendo a universidades, que sí eran gratuitas. Fue el valenciano Villar Palasí, en 1970, quién intentó dar un vuelco a esta situación, creando además la Educación General Básica y el Bachillerato Unificado Polivalente, así como el Curso de Orientación Universitaria (actual 2º de Bachillerato), que en cierto modo, filtró más y fue de más ayuda. Destacó también la creación de Universidades Laborales, un sistema que estuvo activo desde 1955 a 1991, que facilitó a los hijos de clases obreras, el acceso a una educación pública y de calidad, desde la educación primaria hasta la Universidad. Así que, al final, aún pudo hacerse algo, pero no iba a ayudar el inmovilismo de las clases políticas, sino a lo que dirigía la coyuntura. 

Pero, indudablemente, ahora mismo estamos peor que entonces. Huelga decir que mi padre, el hijo de dos humildes labriegos, fue un altas capacidades que tuvo que irse a una escuela-residencia en Utiel donde tuvo que sufrir el clasismo y la marginación de muchos niños ricos que presumían ser de la Organización Juvenil Española y en el 1976, fueron los más centristas, así como en el 1982, fueron los más socialistas. Pero en fin, el afán de supervivencia no se puede perseguir, pero sí la envidia. 

Llegada la democracia, llegó el cambio de fachada, pero más conculcación de derechos y libertades, la consolidación del "Finis Hispaniae" que llevaba tiempo ya avistándose desde el horizonte, y cuando no, gestándose. Comienza con la obligatoriedad de ofertar como optativa la enseñanza de Religión Católica y tener de contraparte la asignatura de Ética. Al menos, había un cambio significativo, pero volvía el hobbesianismo más extremo, y sobretodo, las diferencias acrecieron. 

Eso sí, no se le puede imputar nada al malogrado D. Adolfo Suárez González, como tampoco a D. José Manuel Otero, introductor de la ·Ley orgánica por la que se regula el Estatuto de Centros Escolares" en 1980 y que jamás se llegó a aprobar por las circunstancias que todos conocemos. Y hasta la Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación del 3 de julio de 1985, tenemos la Ley de Reforma Universitaria de 1983, que al menos, pudo cristalizar la reforma pretendida por la UCD. La LODE - la primera mencionada - en 1985, trae a colación la 'democratización' de la organización de la educación en España, reconociendo la importancia de la figura de las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos, así como la participación de toda la comunidad educativa (padres, alumnos y profesores) en la enseñanza.

Y a partir de entonces, ya no hubo una correcta legislación académica en España, prosiguiendo con la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España, impulsada por el que, posteriormente, sería el carnicero de Yugoslavia, el ínclito Javier Solana Madariaga, y que extendió la educación obligatoria de catorce a dieciséis años - y totalmente de acuerdo con esta medida -, así como también la adaptación a los alumnos con necesidades educativas especiales. No obstante, se reflejó también el gran desbarajuste de nuestras autonomías, al no conseguirse cumplir el objetivo de la escolarización obligatoria. La expresión "hijos de la LOGSE" está bien traída, hijos de aquel sistema que buscaba la escolarización obligatoria - elogiable labor - pero que se encontraron con la reducción de contenidos esenciales, y en muchísimas ocasiones, con la prematura búsqueda cautiva de votantes. Le siguió la nonata Ley Orgánica de Calidad de la Educación, promovida por Pilar de Castillo, en el 2002, y que jamás llegó a finalizarse. Y cuatro años más tarde, en 2006, la Ley Orgánica de Educación, que para lograr completar el intento de escolarización obligatoria - aunque esta ya se presuponía - intentó bajar la exigencia de los alumnos, tanto que a los que éramos capaces se nos equiparó a los holgazanes 'amos del pueblo'. 

Por otra parte, la Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa, que entró en vigor un 30 de diciembre de 2013, ni tan siquiera aumentó la exigencia, fue mandar directamente a aquellos que no podían permitirse unos buenos estudios a hacer la Formación Profesional, y si antes nos encontrábamos con una ley que rebajaba la exigencia para alcanzar la escolarización obligatoria, ahora nos encontrábamos con la aparición de los Programas de Diversificación - la conocida y temida 'compensatoria' - y con dos vertientes en 4ºESO como lo era la "Opción de enseñanzas académicas para la iniciación de Bachillerato" - para acceder a Bachiller - y la "Opción de las enseñanzas aplicadas para la iniciación a la Formación Profesional" - para acceder a la FP -. Muchos de esos desbarajustes ni siquiera llegaron a aplicarse, como por ejemplo, las conocidas como "reválidas" - Pruebas de evaluación final para obtener el título de Graduado en ESO y el título de Bachiller - que establecía un cribado, no precisamente aludiendo a fines académicos. Igual que no es deseable la eliminación de las recuperaciones por parte de Celaá, tampoco era bastante deseable lo de Wert, que sin duda es un problema que arrastramos y que favorecía a muchos alumnos de centros privados (que no concertados).

Ya entonces, en 2015, se habló bastante de la eliminación de la asignatura de Filosofía y que esta dejase de ser obligatoria en Segundo de Bachiller. Yo cursé Segundo de Bachiller en el curso 2017/2018 y la Filosofía era optativa dentro de los que hacíamos la modalidad humanística de Bachiller. Me apenó bastante el no cursarla, puesto que escogí Historia del Arte, pero uno de los estragos del sistema educativo ha sido remover la asignatura de Filosofía, una asignatura que abre la mente y que garantiza la plena salud y fortaleza de una sociedad civil desde su juventud. Al menos, pude cursarla en los dos años académicos anteriores: Cuarto de la ESO y Primero de Bachiller, volviéndola a cursar en este cuarto año de la carrera, y sobretodo, autodidactismo.

Pero ya los despropósitos vienen con María Isabel Celaá Díeguez de Ministra y la aprobación de la LOMLOE, el 19 de noviembre de 2020, con la inclusión de "adquisición de competencias" como modo de promoción en Secundaria y Bachiller, sin tener en cuenta las asignaturas suspendidas, dejando todo esto a discreción de los docentes; así como la inclusión de una cuarta modalidad de Bachiller como la 'modalidad general' un mix de Humanidades, Ciencias Sociales, Ciencias Puras, Tecnología y Artes Plásticas. ¿Acaso no ocurría eso en la ESO? 

Y, lo primero, ¿no sería una reminiscencia de 'funcivagos' como aquel psicólogo que no quiso subirme de curso porque decía que aún siendo yo un altas capacidades, debía de mejorar las relaciones con los de mi edad, mientras a mis acosadores les daban cancha de juego y red de protección cada vez que me la hacían pasar mal?

Ahora, con su sucesora María del Pilar Alegría Continente, este tétrico sainete que venera la mediocridad devanea hasta la promoción de curso sin importar las asignaturas suspendidas y el otorgamiento del título de Bachiller con un 5 de nota global. Los que sólo tenemos la fuerza del trabajo duro, si hubiésemos experimentado esta circunstancia, desde luego, estaríamos fastidiados. Yo más, que bastante he tenido que nadar contracorriente, aguantando marginaciones, acosos, insultos y difamaciones. ¿Y para cuándo una ley contra el acoso escolar y que blinde a los capaces?

El 'alegre' despropósito - y no es 'alegre', es triste, porque ensalza la mediocridad, pero lo hago para mostrar de quién sale este contrasentido - lleva a la eliminación de la Literatura Universal, provocando que los niños puedan no comentar la exageración de los poetas simbolistas o que puedan regocijarse ante el Beowulf o el Cantar de Roldán. Pero no sólo eliminarán Literatura Universal, eliminarán Filosofía, eliminarán a esa necesaria - pero incómoda para los poderes fácticos - voz de la conciencia, la que frena las aspiraciones más déspotas de los dirigentes y la que nos hace plantearnos que quizá seamos también seres espirituales. Irónicamente, esto es el triunfo de una corriente filosófica que 'bastardiza' el existencialismo de Kierkegaard, como lo es el posmodernismo, que consiste en la negación del hombre y de su identidad, en tanto que este es un ser espiritual.

¿Qué van a eliminar también? Las lenguas clásicas, las conocidas por unos arrabaleros como "lenguas muertas". ¿Hemos de recordar que el castellano, el catalán, el francés y el italiano no son más que meros dialectos del latín? Por cierto, en Roma surge una mentalidad republicana, desde que se abole la monarquía, por la cuál sus ciudadanos no quieren ser más tiranizados por unos dirigentes hedonistas, adoptando una mentalidad republicana e iusnaturalista, en las que Roma dejó de ser un pequeño pueblo costero a conquistar la Liga Latina y a disputarle a Cartago la hegemonía del Mediterráneo, y a ser herederos culturales de Atenas. La noción de Estado como ley que procure seguridad e impuestos en pro de la ciudadanía surge con la Roma republicana que luego se convirtió en Imperio - nominalmente, con Augusto, oficialmente, con el gran Julio César, asesinado por los sectores más reaccionarios, por sus avances sociales -, y que luego decayó en n mar de orgías, depravación y hedonismo desenfrenado, como los imperios que caen y no tienen ánimo de alcanzar la grandeza, salvado únicamente por la tolerancia del cristianismo con el Edicto de Tolerancia de Nicomedia bajo el reinado de Galerio y la oficialización de esta con el Edicto de Milán de Constantino. Quizá aquí esté la explicación de este mundo posmoderno, pero entonces había bárbaros dispuestos a respetar una magna civilización grecorromana, con un idioma común, unas costumbres de hombres superiores y no de mediocres, una estructura de sociedad sana y deseable, ahora no. 

Al final, como en la Antígona de Sófocles, tendremos que ir a llorar a una civilización muerta, aún a pesar de que los Creontes que, hoy día, tenemos, nos prohiban hacerlo. Lástima, la mediocridad y el hedonismo se imponen. Weimar ha ganado, Europa ha muerto.
                
JAVIER RAMOS BELTRÁN, A 17 DE NOVIEMBRE DE 2021

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