"Cultura Hespéride" está de celebración. Mañana se conmemorará el cuarto aniversario de la primera publicación de esta bitácora, y oficialmente, el cuarto aniversario desde que el virtual Jardín de las Hespérides, y aún sin poder ofrecerse nada porque la situación sanitaria así lo permite, quería recomendar a todos mis lectores, una obligada visita a 'Orbis Vacui', proyecto de divulgación sociocultural sito en Valencia. La revolución cultural de las personas de buena voluntad empieza por los proyectos sencillos y que crecen a ritmo galopante.
En esta entrada de hoy, hablaremos de uno de los suntuosos pabellones, que lamentablemente desapareció en el 1714, en el marco de la Guerra de la Sucesión Española. Nos referimos a la Torre de la Parada, situada en el Monte del Prado, a las afueras de Madrid, y que durante mucho tiempo, fue una suerte de pedanía dependiente del municipio de Madrid, pero con gran interés cinegético, especialmente para los nobles y reyes, como rinde cuenta de ello, el Libro de la Montería de 1340, publicado bajo el reinado de Alfonso XI, y que nos llega hasta hoy, gracias a la labor recopiladora de Pedro el Ceremonioso, que desmenuzaba todos los recovecos geográficos de España y los lugares idóneos para ir de montería. Más allá de las recomendaciones cinegéticas que se realicen, es una fuente geográfica de gran calado, de como se veía la España medieval.
De hecho, uno de los motivos por los que Madrid es capital desde 1561 bajo el reinado de Felipe II, no fue únicamente porque fuese una ciudad carente de importancia durante las revueltas comuneras o porque allí no se encontrasen dirigentes que hiciesen sombra al poder real, sino por sus vistas excepcionales y su paraje.
Sin embargo, es con el nieto de Felipe II, Felipe IV, cuando esta torre empieza a renovar sus aires. Felipe IV era un enamorado de las artes, alguien que supo conjugar su exacerbado hedonismo con su placer por el arte y la cultura, como bien muestra la construcción y amejoramiento del Palacio del Buen Retiro, y en los primeros años de su reinado, allá por la década de 1630, se emprendió, a cargo de Juan Gómez de Mora, arquitecto real, en poco tiempo, una importante transformación arquitectónica y decorativa del edificio. El arquitecto rodeó los dos primeros cuerpos de la Torre con una edificación, en la que utilizó una mezcla de ladrillo y mampostería, finalizándola en 1636.
El otro día, fue el aniversario del nacimiento de Pedro Pablo Rubens (nació en 1577), y entre sus obras más conocidas, están las representaciones gráficas de los relatos de la Metamorfosis de Ovidio en esta torre, contratando para ello a Jan Boeckhorst, Jean Baptiste Borkens, Jan Cossiers, Cornelis de Vos - y también, someramente su hermano Paul, encargado de las representaciones de animales -, el niño prodigio de la pintura flamenca que fue Jan Van Eyck, Jacob Peeter Gowy y Peeter Simons, pero el más importante fue Jacques Jordaens, cuyo cuadro ilustra esta bitácora.
Cabe destacar que las cincuenta y dos obras que narraban los relatos mitológicos y que fueron encargadas y diseñadas por Rubens, son lo más destacado de esta Torre de la Parada, comenzando en noviembre de 1636 a trabajar el proyecto. Lo que Rubens consideraba, siendo el bocetista, era la 'invención' del ciclo, donde se entremezclaron la capacidad imaginativa y una gran potencia narrativa, de los que el Prado tiene en propiedad media docena, hechas a mano alzada pero con firmeza. De los cuadros que, hoy jalonan el Museo del Prado y previamente destacaron en la Torre de la Parada nos encontramos El rapto de Deidamia, o lapitas y centauros; El rapto de Proserpina; El banquete de Tereo; Orfeo y Eurídice; El nacimiento de la Vía Láctea; Mercurio y Argos; La fortuna; Vulcano forjando los rayos de Júpiter; Mercurio; Saturno devorando a un hijo; El rapto de Ganímedes; Heráclito, el filósofo que llora; Sileno, o un fauno y Demócrito, el filósofo que ríe.
Sin duda, es patrimonio artístico español, pero también flamenco, en un momento en que la Guerra de los Ochenta Años, estaba en su punto más álgido, pero a la vez había cooperación entre las Provincias Rebeldes y el Imperio Español.
Lo que hoy se agrupa en el Museo del Prado como una serie de cuadros, tenía a su vez, sus propias series, con temas campestres, cinegéticos y cortesanos, donde se narraban no únicamente historias mitológicos, sino también representaciones de animales, retratos de miembros de la familia real, escenas de cacerías como también obras religiosas que adornaban al oratorio, todo en consonancia a lo que, en los tratados artísticos del XVII, se consideraba para las construcciones de recreo.
Otro de los pintores a destacar es el florentino Vicente Carducho, pintor que murió en 1638, después de que acabase su colaboración para la torre, y que destaca por las veintiséis pinturas que hoy figuran en el oratorio, de las que en el inventario de 1700 se citan seis como la vida de la Virgen, Adán, Eva, una Concepción, diez ángeles con atributos marianos y otros cinco cuadros sobre la Virgen, sitos en el techo.
En lo que a las representaciones animales (cincuenta y tres cuadros) que fueron realizadas por Frans Snyders y Paul de Vos, estas no fueron bocetos de Rubens, quién únicamente supervisaba el proyecto, destaca que únicamente tenían función decorativa, sirviendo la gran parte de ellas como sobrepuertas o sobreventanas. El pintor Peter Snayers representó en seis pinturas las cacerías de Felipe IV o de su hermano, el cardenal-infante, todas ellas en el Prado.
Los cuadros anteriormente mencionados de Heráclito y Demócrito, se hipotetiza que formaban junto a Esopo y Menipo, de Velázquez, un grupo de cuatro filósofos antiguos. Velázquez tiene retratos cinegéticos como los de Felipe IV, cazador, El cardenal-infante Don Fernando de Austria y El príncipe don Baltasar Carlos, cazador; El Dios Marte, como así también, cuatro retratos de diferentes sujetos y enanos y la conocida como Tela Real, que hoy se conserva en la National Gallery de Londres.
Edificio modesto, pero a la vez lleno de gran cultura.
Finalmente, del edificio de la Torre de la Parada, sólo quedan las ruinas, dentro del Pardo. Poco más queda. En 1714, los austracistas ocuparon este edificio y el fuego destrozó lo que, irónicamente, había sido una de las peritas en dulce de los Austrias menores.
JAVIER RAMOS BELTRÁN, EDITOR EN JEFE DE CULTURA HESPÉRIDE, A 30 DE JUNIO DE 2021.
¡4 AÑOS Y A SEGUIR SUMANDO!
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